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[Publicado en: Blog 666ismo crítico el 25 de marzo de 2013.]

 

La gran estafa de Inti Meza*

 

Javier Sigüenza

 


Generalmente cuando uno se siente estafado, le viene un sentimiento de enojo, pero nunca, o muy pocas veces, alguien se podría sentir felizmente engañado por un novel escritor. Y sin embargo esto es lo que me provocó la lectura del pequeño libro que lleva por título Free Jazz-Punk Rock, escrito, según anuncia la portada, por Lester Bangs, traducido del inglés por Inti Meza y publicado por 666 Libros en 2012. El primer libro del colectivo 666, ahora también editorial.

Lo primero que me llamó la atención gratamente, además del diseño que hace del libro un pequeño artefacto estético-político, fue que los editores, en un tiempo de individualismo exacerbado o de colectivismo estéril, afirmen el carácter cooperante y autogestivo del proyecto. Al abrir las páginas del libro, al lector atento no le pasará inadvertido que la introducción escrita por Inti Meza es más extensa que el texto central del libro. De hecho, el traductor –que traduce codigofágicamente del inglés al español–  toma desde el inicio la palabra sin ningún pudor y, más que introducir el texto, ensaya libremente y nos entrega una pequeña historia del punk, de sus vínculos ineludibles con el rock y el free-jazz, y de las impredecibles consecuencias que tendrán en la historia de la música, historia que Inti Meza poco a poco va convirtiendo en múltiples provocaciones para la discusión, tan ausente y necesaria en esta época de complacencia propia y ajena.

Esa historia parte de la cruzada del punk contra el rock progresivo y el cadáver putrefacto de la cultura hippie, cuya creencia ingenua –y aquí la primera provocación de Inti Meza– es que el rocanrol sigue siendo una fuerza que alimenta la rebelión en los jóvenes o la devuelve a los viejos que ven con nostalgia su juventud pasada, para soportar su miseria presente. En realidad, el rocanrol, como cualquier otra producción cultural, ha sido sometido incesantemente a la enorme banda de producción de mercancías, que a partir de la segunda mitad del siglo XX se extendió a la cultura, el ocio y la diversión, abriendo paso a lo que Adorno y Horkheimer llamaron la industria cultural o Debord la sociedad del espectáculo, conceptos fundamentales para romper con la idealización acrítica del arte y la cultura y renovar el auténtico carácter crítico y, por tanto, emancipatorio de estas.

En esa encrucijada entre el arte y la industria cultural, Inti Meza ubica no una tradición de la ruptura, sino una ruptura de la tradición del rocanroll, ruptura que va de los antecedentes del punk con Buddy Holly, Chuck Berry, Kingsmen, Los Saicos, Hasil Adniks, el garage en general y por supuesto, los Velvet Underground, a los orígenes del jazz, con Eric Dolphyn, John Coltrane, Ornette Coleman o Albert Ayler. Si bien esta ruptura surgió en medio del ruido incesante de la vida moderna no se identificó con el canto autoelogioso de la modernidad; y más tarde fue continuada por Johny Thunders, los New York Dolls, Television, Suicide o los Ramones, aunque no se encerró unicamente en la expresión musical sino que se extendió a otros ámbitos de la experiencia estética, como en el caso del grupo Fluxus, interesados no en la creación de objetos estéticos sino en la construcción de eventos. Y es en el ámbito de las artes donde irrumpió creativamente el post-punk, que a su vez influyó en artistas y músicos que, irónicamente, no tenían la intención de hacer arte o música no obstantes las transformaron creativamente construyendo eventos estéticos, happenings, performances e hicieron del cuerpo una máquina político-sexual, como Throbbing Gristle, precursor de esta experiencia estética, o Genesis P. Orridge y Cossi Fanny Tutti de COUM Transmissions.

Esta historia que nos narra Inti Meza es, por supuesto, todo menos armoniosa, como pone de manifiesto el conflicto rockers vs. mods, sin el que no es posible entender la discusión estética de las subculturas y en el que se expresa de una manera innovadora –aquí una segunda provocación–  el conflicto permanente de nuestra época, que ya había sido puesto de manifiesto en el siglo XIX por Charles Baudelaire y que se expresa en la ambivalencia de la vida moderna, es decir, la experiencia de lo efímero y el anhelo constante de eternidad. Esta experiencia de la modernidad se diversifica constantemente y en Estados Unidos –semillero de las más infames contradicciones, pero también de muchas experiencias nobles– dio lugar tanto a la no wave neoyorkina y la escena so ho, a las que Inti Meza caracteriza por sus ricas experimentaciones sónicas, improvisaciones, usos del ruido y de la disonancia, como a la escena salvaje del lower east side. Todos ellos se renovaron los deseos de las vanguardias artísticas del siglo XX: cambiar la vida, cambiar el mundo, y dejaron su impronta en las bandas venideras, en las que se empieza a combinar antropofágicamente el free jazz, el punk y el funk, fusión en la que a mi parecer es posible observar ese mestizaje de las formas culturales, característico de lo que Bolívar Echeverría denominó el ethos barroco.

No conforme con esta breve y provocadora historia del rock, Inti Meza no desaprovecha la oportunidad para ajustar cuentas con nuestra propia tradición musical y pone sobre la mesa de discusión el retroceso que significó, respecto de las nuevas experiencias del rock, el surgimiento del llamado “rock en tu idioma.” Esto constituye sin duda una tercera provocación. Impregnado por un desagradable tufo nacionalista, el “rock en tu idioma” se difundió no sólo a través de los canales oficiales de la cultura sino también a los espacios marginales, que sucumbieron de igual manera al chantaje discursivo de la mexicanidad, chantaje que aún vivimos y sufrimos. No obstante, Inti Meza rescata algunos proyectos que musical y políticamente se mantuvieron distantes de ese discurso.

Inti Meza también cuestiona la asunción acrítica en nuestra escena del conflicto entre el rock progresivo y el punk rock, heredado del punk inglés, y los límites estéticos del punk en México, así como el machismo inherente a la escena hard core y la negación que hace la escena punk rock del post-punk, debido a su origen clasemediero, pese de su voluntad underground y experimental. Para quienes participaron de la experiencia vital del punk rock, los planteamientos de Inti Meza pueden resultar incómodos, parciales o problemáticos –allí una cuarta provocación–, pero sin duda ineludibles para la discusión.

A estas alturas, cualquier lector podría sentirse desesperado por el enorme rodeo del traductor para presentar al autor del texto, pero no, se siente a gusto leyendo a este informado estafador que ha puesto el nombre de otro en su libro, por timidez o estrategia editorial, poco importa ya, y en la última parte del ensayo introductorio se podrá enterar finalmente quién chingados es Lester Bangs, cuándo escribió el texto y de qué se trata. En el ambiente de los años sesenta, cuando reinaba una sensación de derrota y se escuchaba una música ligera, ensimismada y melancólicamente paralizante, surgió la crítica de Lester Bangs, cuyas ideas son importantes para comprender el ruido y la renovación de la música pop. Inti Meza caracteriza a este crítico musical estadounidense como un amante de los géneros musicales más estridentes, como el free jazz o el heavy metal, con una despierta sensibilidad musical capaz de valorar las nuevas tendencias sónicas de su tiempo y lo convierte en un incentivo para romper con la nostalgia enfermiza que ha paralizado la cultura pop de los últimos treinta años; para cuestionar el fetichismo del rock a través de su propia historia, caótica e imprevisible, y para abrir brechas a los que gustan de la fuerza creativa del rock, del punk y del jazz, como Lester Bangs lo hizo en su momento, renovando ese género de la época de las luces tan apagado en nuestros días: la crítica.

Además de estas informadas provocaciones, el libro es una invitación a la escucha –el lector bien podría utilizarlo como una guía para navegar auditivamente por ese maravilloso invento de nuestro tiempo que es el Internet– con la conciencia plena de que el sonido es acción expansiva que invade cada rincón del planeta y que quien se entrega a él como música de fondo, estará condenado a ser un simple escucha de su propia vida. Y aunque no creo que exista una “verdad del arte”, como Inti Meza afirma en algún momento romantizoide, sí comparto que existe un enorme potencial liberador de la música, experiencia que el lector seguramente podrá alimentar con la lectura de este pequeño libro que, ahora sabemos, no escribió Lester Bangs, sino Inti Meza, el nuevo estafador del rocanrol.

*Reseña de: Lester Bangs, Free Jazz, Punk Rock, traducción de Inti Meza, México, 666 libros, 2012.

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