[Publicado en: Theoría, núm. 26, junio de 2014, pp. 77-83.]
Entrevista con Adolfo Sánchez Vázquez1
Diana Fuentes
Diana Fuentes: ¿Cuándo escribe su Filosofía de la praxis, ¿cuáles son las influencias teóricas que se expresan ella?
Adolfo Sánchez Vázquez: La influencia primera y determinante es la de Marx, particularmente sus trabajos de juventud, de los que obtengo, sobre todo, la concepción del hombre como ser práctico y creador.2 Ésta es la fuente fundamental. Otras que pudieran influirme son de dos tipos: unas fuentes, anteriores, son las del marxismo de los años veintes, representado por el joven Lukács de Historia y conciencia de clase,3 obra que me impresionó extraordinariamente; al igual que otra obra también importante de la época que me influyó bastante: la de Karl Korsch Marxismo y filosofía.4 Pero, además, de estas influencias o motivaciones teóricas, está también la de una corriente, que ya se daba en la Europa occidental e incluso dentro del propio movimiento comunista mundial, y que ponía en crisis, en cuestión, todo el marxismo ortodoxo tradicional. Me refiero particularmente a los trabajos de Henri Lefebvre en Francia,5 y a los de los marxistas italianos.6 Todo este material me sirvió de base, y, en cierto modo, influyó en la elaboración de mi Filosofía de la praxis.7
D. Fuentes: Me interesa saber si hubo alguna influencia, en particular, de la obra de Antonio Gramsci.
A. Sánchez Vázquez: Había, en verdad, una influencia un tanto general, un tanto vaga, dado que yo tenía cierta idea del pensamiento de Gramsci; pero en realidad cuando empecé a elaborar mi Filosofía de la praxis no tenía un contacto directo con su obra; así, pues, no pude beneficiarme de la aportación que ya representaba Gramsci, en la elaboración de mi obra, sobre todo en la primera edición.
D. Fuentes: En este sentido, otra influencia con la que se le pudiera vincular es la del grupo yugoslavo “Praxis”.8 ¿Usted ya lo conocía?
A. Sánchez Vázquez: No, con el grupo “Praxis” me ocurrió algo parecido a lo que me sucedió con Gramsci. Aunque íbamos por un camino teórico un tanto paralelo, al elaborar mi tesis de doctorado, que sirvió de base para la primera edición de 1967, yo no tenía contacto alguno con el grupo, aunque de él tenía un conocimiento lejano y algunas referencias de su actividad. Fue posteriormente, cuando ya se había publicado la primera edición de mi libro, que entré en contacto con el grupo y llegué a tener una relación bastante directa con él, hasta el punto de asistir a varias de las reuniones que llevaban a cabo en la isla de Korçula cada año. Aunque el grupo “Praxis” compartía con el marxismo oficial dominante en Yugoslavia una actitud crítica ante el marxismo soviético; este grupo representaba una posición más crítica, más radical, que la de la filosofía que dominaba en las universidades yugoslavas. Por ello, tuvo problemas e incluso los representantes más destacados del grupo fueron expulsados de las universidades. Tuve, pues, una relación bastante directa con ellos. Hasta el punto de que por iniciativa de Gajo Petrovich, se tradujo al serbocroata mi Filosofía de la praxis, en su segunda edición.
D. Fuentes: Entonces, ¿podemos afirmar que se trata de desarrollos autónomos?
A. Sánchez Vázquez: Sí, autónomos. Incluso en la segunda edición de Filosofía de la praxis de 1980, al referirme al grupo, marco ya cierta distancia desde mi concepción de la filosofía de la praxis.
D. Fuentes: Cuando usted establece en su obra Filosofía de la praxis esta relación entre teoría y práctica, ¿podríamos decir que la práctica sirve a la teoría como criterio epistemológico?
A. Sánchez Vázquez: Sí, creo que hay que darle un estatus importante y central, pero sin considerarla como autónoma con respecto a la teoría; es decir, no podemos concebir la práctica sin estar fecundada por la teoría. Y la fecunda en cuanto que establece sus fines y objetivos y fundamenta su razón; y en cuanto que sirve de criterio de verificación de la práctica. De manera que se trata de una relación indisoluble. La teoría, ciertamente, la que a nosotros nos interesa para una práctica revolucionaria, es inseparable de la práctica, pero, a su vez, esta práctica es inseparable de la teoría. Lo cual no ignora, naturalmente, que cierto tipo de teorías, las teorías idealistas, tienden justamente a autonomizarse o independizarse de la práctica.
D. Fuentes: Usted plantea en Filosofía de la praxis que la teoría mantiene una relación de autonomía relativa con la práctica, creándose así una autonomía positiva. Pero cuando la teoría no tiene como objetivo un fin práctico, ¿se trata entonces de una teoría negativa?
A. Sánchez Vázquez: Ciertamente, una teoría que se desliga de la práctica, cae justamente en el abstraccionismo, en el universalismo abstracto. Y, si se trata de una teoría que postula también la necesidad de una transformación social, puede caer en la utopía o en el diseño de una práctica impotente. Tales serían los efectos negativos de una teoría que se desliga de la práctica. En este sentido, podríamos hablar de una teoría en un sentido negativo, pero, claro está, la teoría que a nosotros nos interesa es la teoría en sentido positivo.
La teoría es tan importante que sin ella, como decía Lenin, no puede haber una práctica revolucionaria. Y esto se desprende claramente de la tesis XI de Marx sobre Feuerbach. Marx nunca ha subestimado el papel de la teoría; por el contrario, la teoría es importantísima, pero, desligada de la práctica, se convierte en un factor negativo.
D. Fuentes: Algunos autores han afirmado que su Filosofía de la praxis hace la práctica política y de la unión entre teoría y práctica algo que en los hechos resulta imposible de concretar, ¿qué respondería a estas críticas?
A. Sánchez Vázquez: En primer lugar, esta unión entre la teoría y la práctica es siempre relativa, nunca puede ser absoluta, ya que tiene que estar mediada por determinadas condiciones y circunstancias. Por tanto, nunca puede darse una armonía totalmente satisfactoria entre la teoría y la práctica. Unas veces la teoría va a la zaga de la práctica, y otras veces es la práctica la que va a la zaga e incluso hay prácticas negativas. De manera que, establecida la necesidad de la unidad entre teoría y práctica, esta unidad no puede absolutizarse.
D. Fuentes: A partir de sus estudios sobre los Manuscritos del 44 de Karl Marx, usted afirma que el marxismo —el marxismo que se desprende de Marx—, se integra por dos aspectos: uno ideológico y otro científico. ¿Cuáles son los aspectos ideológicos en Marx?
A. Sánchez Vázquez: He señalado no dos sino cuatro aspectos. Uno de ellos, el de la crítica de la realidad existente, fundamentalmente la del capitalismo. La crítica de esta sociedad expresa una inconformidad con ella y, por tanto, la necesidad de una alternativa para resolver o superar los males sociales que se critican. Así, pues, el marxismo es, en primer lugar, una crítica de lo existente, y, en segundo término, un proyecto de sociedad más justa, más libre, etcétera. Como alternativa a la sociedad criticada, este proyecto implica una concepción de la sociedad futura regida por ciertos fines y valores. En ese sentido, podemos hablar de un aspecto que por los valores y los fines que se propone, constituye el aspecto propiamente ideológico o valorativo del marxismo. Es justamente su proyecto de transformación donde aparece sobre todo el contenido ideológico del marxismo. En tercer lugar, el marxismo es un conocimiento de la realidad que se pretende transformar, pues de no serlo estaríamos en el terreno de los socialistas utópicos: en el de buenos proyectos que no se fundamentan racionalmente. Y, en cuarto lugar, está la vocación práctica necesaria para llevar a cabo el proyecto de transformación. Si bien lo que llamo el aspecto ideológico o valorativo es consustancial con el marxismo, éste no puede reducirse, obviamente, a trazar ese proyecto cargado de ideología, sino que necesita conocer la realidad a transformar y de ahí la necesidad del aspecto científico del marxismo.
D. Fuentes: ¿Podríamos hablar, entonces, de ideologías positivas e ideologías negativas?
A. Sánchez Vázquez: Esta es una cuestión de la que me he ocupado ya ampliamente en una polémica con el doctor Luis Villoro. A mi modo de ver, la ideología puede concebirse en dos sentidos: uno que es el más propiamente abordado por Marx, la ideología en un sentido limitado; como conciencia falsa, como una visión deformada de la realidad, deformada por los intereses de la clase social correspondiente. En este sentido maneja Marx el concepto de ideología, refiriéndose naturalmente a la ideología dominante en su época: la ideología burguesa. Y con respecto a ella, Marx caracteriza la ideología como conciencia falsa, pervertida, deformada, etcétera. Tal es el concepto estrecho o limitado de ideología, un concepto que considero válido. Ahora bien, pienso también que en toda lucha emancipatoria hay un contenido ideológico constituido justamente por los ideales, los valores y principios que se pretenden realizar. Si nos quedáramos con el concepto estrecho de ideología como el único aceptable, carecería de sentido hablar de ideología proletaria, socialista, pues sería un contrasentido decir que la ideología, en esos casos, es una visión deformada, limitada, perturbada de la realidad. Creo, por ello, que se hace necesario ampliar el concepto limitado de ideología y darle un sentido amplio. Este sentido amplio ya lo manejó Lenin y, en cierto modo, también se podría documentar en algunos textos de Marx.
D. Fuentes: Sobre sus lecturas de la obra de Antonio Gramsci, ¿qué opinión le merece su concepto de hegemonía y la idea de que el consenso, la hegemonía ideológica, es previo incluso a la toma del poder?
A. Sánchez Vázquez: Es una idea muy importante, que, en cierto modo, rompe con la teoría tradicional que vincula el proceso radical de transformación con una ruptura radical en un momento determinado. Me parece una aportación importante, muy digna de tener en cuenta, entendida en el sentido de que el dominio que ha de llevar a un cambio del poder es incluso previo a la toma o al acceso al mismo. De ahí la importancia que da Gramsci a los factores culturales o ideológicos. Por ello, pienso que el concepto de hegemonía es muy fructífero y que, en cierto modo, representa una valiosa aportación con respecto a la concepción del marxismo tradicional sobre este punto.
D. Fuentes: Y, sin embargo, usted ha señalado también que Gramsci carga con demasiada subjetividad, y que elimina este aspecto que usted considera muy importante: el científico del marxismo.
A. Sánchez Vázquez: Sí, sin suscribir totalmente la crítica de Althusser, creo que hay que reconocer que Gramsci carga el acento, demasiado, en el factor subjetivo, y que hay en él una cierta subestimación de los factores objetivos que requieren naturalmente un conocimiento de la realidad, y, por tanto, del aspecto científico del marxismo.
D. Fuentes: Por último, en una entrevista que usted concedió en el año de 1984, publicada posteriormente en Cuadernos Políticos en 1985, se le preguntaba en ese momento, qué elementos del marxismo consideraba vigentes y qué otros consideraban caducos o inadecuados. Me interesa formular nuevamente esta pregunta a veinte años de dicha entrevista, en el contexto mundial de los cambios históricos que se han producido desde 1984 a la fecha. ¿Qué le parece vigente y caduco en el marxismo, hoy día?
A. Sánchez Vázquez: Bueno, no recuerdo exactamente los puntos que señalaba en ese terreno, pero recuerdo que yo ya señalaba, y creo que la realidad no ha hecho más que confirmar, que la tesis de Marx del proletariado como sujeto exclusivo y central de transformación radical de la sociedad, no se ha verificado en la realidad, que, a medida que avanzamos históricamente, vemos el papel que desempeñan otros sujetos sociales, contradiciendo precisamente la tesis marxiana de la exclusividad y centralidad del proletariado.
Otro aspecto que habría que subrayar y superar, es el reduccionismo de clase que encontramos en Marx. Aunque sigue siendo válida, a mi juicio la tesis marxiana de que las contradicciones esenciales del capitalismo son contradicciones de clase, y, reconocido el importante papel de esas contradicciones y de la lucha de clases, vemos que todo el proceso histórico posterior nos muestra la existencia de otras contradicciones de carácter nacional, racial, de género, religioso, generacional, étnico, etcétera. Justamente con base en esta pluralidad de contradicciones, podemos tener también, en nuestros días, una visión del sujeto histórico que deje atrás el exclusivismo con el que lo pensaba Marx. Ciertamente, hoy vemos toda una serie de sujetos interviniendo en los movimientos sociales contra el capitalismo globalizador. Esto corresponde a la realidad objetiva actual. Para Marx el problema fundamental era atender a las aspiraciones de la clase más explotada y más oprimida: el proletariado; los males que engendraba el capitalismo se veían casi exclusivamente con relación a esta clase. Hoy vemos que el capitalismo al agravar, con su propio desarrollo, todos sus males y crear otros nuevos, amenaza no solamente los intereses y aspiraciones de la clase en la que Marx fijaba entonces su atención, sino los de los más diversos sectores sociales: mujeres, jóvenes, etnias, clases medias, etcétera. Y no solamente los de ellos, pues el desarrollo tecnológico orientado por el lucro, la ganancia, la rentabilidad, amenaza a la supervivencia misma de la humanidad. Hoy es posible lo que Marx ni siquiera podía imaginar: la posibilidad de un cataclismo ecológico, de un holocausto nuclear, de un desarrollo caótico o incontrolado de la ingeniería genética. Justamente, porque hoy están en juego los intereses y aspiraciones de la mayoría de la sociedad, de los más amplios sectores sociales e incluso de toda la humanidad; la lucha contra el capitalismo no es patrimonio de una clase determinada sino de toda la humanidad. Este carácter anticapitalista es el que se pone de manifiesto en el movimiento antiglobalizador y contra la guerra de nuestros días, aunque en estos movimientos todavía no se defina, o no haya una conciencia en la alternativa social al capitalismo. Pero lo que sí está claro con estos movimientos es que ya no es sólo una clase la que se enfrenta al capitalismo, sino todo un conglomerado o conjunto de clases y sectores sociales, justamente porque el capitalismo depredador amenaza a todos.
D. Fuentes: ¿Y esto significa que el sujeto histórico de Marx, el proletariado, se disuelve en este conglomerado?
A. Sánchez Vázquez: Creo que a la clase obrera le corresponde un papel importante, aunque no lo desempeñe hoy, justamente por el peso que tiene en la vida económica de la sociedad, y, por tanto, en la transformación de ella; pero obviamente sin excluir, ni rebajar el papel activo de otros sectores, clases y fuerzas sociales.
Notas
^ 1. La presente entrevista, que formó parte del proyecto de investigación de mi tesis de licenciatura, me fue amablemente concedida por el doctor Adolfo Sánchez Vázquez el 31 de marzo de 2004, quien además revisó y corrigió personalmente su transcripción.
^ 2. En el texto El joven Marx: Los manuscritos de 1844, reeditado en 2003, Sánchez Vázquez delimita con claridad cuáles son las obras fundamentales del periodo de juventud de Marx sobre las que desarrolla su trabajo. Éstas son los Manuscritos económicos-filosóficos de 1844, los Cuadernos de París y las Tesis sobre Feuerbach; lo que no significa, por supuesto, que no tuviera en consideración obras muy importantes, relacionadas con el mismo periodo, como son la Crítica a la filosofía del derecho o la Ideología alemana.
^ 3. Historia y conciencia de clase se publica en 1923. La obra reúne textos que Lukács había elaborado desde 1919, entre ellos destaca el ensayo titulado “La cosificación y la conciencia del proletariado”. Tal como reconoció después el autor, la influencia de Simmel, de Weber, de Dilthey, de Sorel, de Luxembug, pero fundamentalmente de Hegel marcan el sentido general de esta obra. En sus palabras, Historia y conciencia de clase significó el intento acaso más radical de reactualizar lo revolucionario de Marx mediante una renovación y continuación de la dialéctica hegeliana. La disposición central de la subjetividad en la configuración de la teoría revolucionaria y la categorización de la cosificación capitalista fueron las consecuencias más profundas de la explosiva publicación de este texto en la década de los años veintes.
^ 4. Marxismo y filosofía, también publicado en 1923, es —a decir del propio Sánchez Vázquez en el prólogo que preparó para la edición de ERA en 1971— “El intento de Korsch de restablecer las relaciones entre marxismo y filosofía y, con ellas, de la teoría y la praxis, desembocaba así en una oposición irreductible entre su interpretación del marxismo, como unidad indisoluble de teoría y praxis, y el marxismo científicopositivista o materialista predialéctico que negaba esa unidad”.
^ 5. Lefebvre fue el traductor y editor de los Manuscritos econonómicos-filosóficos de 1844 al francés —primera edición del texto a una lengua distinta al ruso y al alemán. Su magna obra Materialismo dialéctico, fue escrita entre 1934-1935.
^ 6. Entre los marxistas italianos destacan: Antonio Labriola, que conceptualizó como filosofía de la praxis al núcleo vital y epistémico del marxismo en su Dilucidaciones preliminares sobre el materialismo histórico, 1897, y Giovanni Gentile que escribió La filosofía de Marx en 1899, texto en el que, desde las Tesis sobre Feuerbach, se sostenía que la praxis humana es el agente último de la historia.
^ 7. En 1967 se publicó la primera edición del texto Filosofía de la praxis, que era resultado del trabajo de la tesis doctoral de Sánchez Vázquez, y, más de una década después, 1980, se publicó una segunda edición con algunos cambios que buscaban actualizar el texto. En el prólogo a la edición de 1980, Sánchez Vázquez señala sobre la primera edición de la obra que sus objetivos fueron: primero, deslindar el marxismo del que filosóficamente lo reducía a una interpretación más del mundo; segundo, marcar distancias respecto de un marxismo cientificista, y, por último, revalorizar el contenido humanista del marxismo.
^ 8. En la todavía Yugoslavia, un grupo de filósofos —Gajo Petrovic, Mihailo Mardovik, Milan Kangrga, Rudi Supek, entre otros— se articularon en torno a la revista Praxis desde mediados de la década de los sesentas. Su postulado central, reconoce el propio Sánchez Vázquez, fue que el hombre es esencialmente el “ser de la praxis”, capaz de desplegar una actividad libre, creadora, para transformar el mundo.