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[Publicado en: Debate Feminista, Vol. 25, Año 2002, pp. 393-402.]

El feminismo de Virginia Woolf: el caso de Tres guineas

Marta Lamas


Las dos obras de Virginia Woolf que muestran abiertamente las pasiones políticas que se concretan en sus novelas son sus dos ensayos feministas Una habitación propia (1929) y Tres guineas (1938).

      Separados por casi diez años, estos textos son propaganda feminista de alto nivel, inteligente y de una actualidad sorprendente. Sin embargo, al comparar los dos textos se comprueba la radicalización de la escritora: mientras que Una habitación propia es un atractivo alegato calculado finamente para convencer a los hombres, en Tres guineas encontramos un cambio de estilo notable: hay un rechazo de la seducción a favor de la argumentación fría, y también hay más interés por mostrar y confrontar datos.

      Con un título que no se entiende hasta que se empieza a leer, Tres guineas es un libro más áspero, menos seductor, más feministamente militante, y tal vez por eso menos leído, que Una habitación propia. En forma de respuesta a una carta en la que un hombre culto le pide su opinión sobre cómo evitar la guerra, el texto está dividido en tres partes, cada una correspondiente a la guinea1 que piensa donar una mujer, hija de un hombre educado, para evitar la guerra, y en cada una analiza la discriminación de las mujeres a partir de la falta de oportunidades educativas, de los obstáculos en las profesiones y de su ausencia en los lugares de toma de decisión.

      Ambas obras se originan en una conferencia pública: la que dio pie a Una habitación propia era sobre mujeres y literatura, y la impartió en el contexto académico de Cambridge2 en 1928, mientras que la que pronunció en 1931 en el ambiente politico de la London and National Society for Women's Service sobre profesiones para mujeres3 fue la base de Tres guineas. Esta presentación tuvo gran significado en la historia personal de Virginia Woolf y en su pensamiento feminista. El año anterior, a sus 48 años, había conocido a Ethel Smyth de 72, una famosa compositora y directora musical feminista.4 Ethel Smyth, que era asumidamente lesbiana, se enamoró de ella y la trató de conquistar. El primer año del cortejo culminó con la presentación juntas en la London and National Society for Women's Service. Una reseña del evento, publicada en Woman's Leader, las compara señalando que la setentona Smyth era más juvenil en su vivacidad mientras que Virginia Woolf "estaba con nosotras, pero no era una de nosotras; sus ojos estaban en las estrellas".

      Durante los primeros meses de su relación Virginia Woolf se dedicó a oír las historias maravillosas de Ethel Smyth. Su energía violenta y belicosa era legendaria. Llena de oratoria sufragista, Ethel soltaba sus diatribas contra lo que ella llama alternativamente “el círculo vicioso”, “los gangsters”, “el club” o “la máquina”: o sea, los universitarios, ricos, mecenas, cabezas y jefes de los colleges, de las editoriales y de los comités. La influencia de Ethel se nota tanto en el tono más abrasivo y más feroz de Tres guineas como en la ridiculización que hace de estos hombres importantes.

      Virginia Woolf no imaginó el largo proceso de escritura al que se enfrentaría durante los siguientes años al retrabajar la conferencia para producir un libro, aunque sí vislumbró que se trataba de algo muy importante para ella: "En este momento, al bañarme he concebido un nuevo libro, una secuela a Una habitación propia, sobre la vida sexual de las mujeres: tal vez se llamará las Profesiones de las mujeres. !Dios, qué emocionante¡ Esto acaba de desprenderse de mi conferencia del miércoles con Pippa".

      Si bien Una habitación propia se publicó justo un año después de impartida, el proceso de escritura de Tres guineas fue largo y laborioso: más de siete años tardó en ver la luz. Esto se debió a que en un principio Woolf trató de desarrollar una nueva forma literaria: una novelaensayo, que se titularía Los Pargiters.5 En ella pensaba alternar escenas de ficción con capítulos de análisis histórico. Al fracasar en esta empresa, Woolf decidió hacer una novela -Los años- y un ensayo político, Tres guineas. En esos dos libros ella vertería sus preocupaciones políticas, feministas y pacifistas, su sentimiento de ira ante las formas brutales de sexismo que veía día a día y, sobre todo, repararía una gran herida personal: su falta de educación formal, universitaria, por ser mujer, que ella formula como "la exclusión de las hijas del patriarca Stephen de la educación a que tuvieron acceso sus hermanos". Pero en vez de lanzar una queja personalizada y victimista, transforma su dolor en un eficaz alegato feminista.

      Vale la pena recordar aquí que el feminismo de Woolf no era de tipo activista. Su participación en la campaña Votes for Women no fue consistente o sostenida: pasó unas cuantas semanas rotulando sobres en una oficina del NUWSS,6 y asistió a unas pocas reuniones masivas (ella confesó que sentía que asistir a un mitin masivo era una pérdida de tiempo). Esto fue durante los años de 1907 a 1910, entre sus 25 y 28 años. En 1912 se casó, a los treinta años, y en 1918 se otorgó el voto a las inglesas mayores de treinta años.

      A pesar de que su militancia pública fue mínima, el movimiento sufragista tuvo gran impacto en ella: siguió apasionadamente los debates, registró minuciosamente las expresiones antifeministas y respondió públicamente a algunas.7 A partir de esos registros y discusiones se gestan Una habitación propiay Tres guineas Virginia Woolf se expresó combativamente en las páginas de la publicación feminista Woman's Leader e hizo declaraciones feministas cada vez que pudo.

      Ella vincula el pacifismo a la batalla contra el sexismo y la discriminación que implican los roles sexuales rígidos, pues ve la guerra como un mal masculino. La primera guerra mundial la radicaliza. Lo dice en Una habitación propia: la guerra endureció las ideas de las mujeres sobre sus hombres gobernantes. La guerra le parece una ficción descabellada, absolutamente masculina. Y aunque ella misma reconoce que se va volviendo más consistentemente feminista, el movimiento sufragista queda relegado por la guerra, y se debilita al conseguir el voto.

      Junto con sus muy queridos amigos de Bloomsbury estuvo en la vanguardia del movimiento pacifista, defendiendo a los objetores de conciencia,8 y recibiendo la hostilidad nacional contra ellos, sobre todo contra los objetores por razones políticas (socialistas) pues aquellos que alegaban razones religiosas no recibieron tantos ataques. Sus reacciones ante la guerra fueron más complejas que el mero horror a la muerte: rechazaba la glorificación del militarismo. Durante la primera guerra mundial fue relativamente fácil sostenerse de manera digna como pacifista; pero durante la segunda guerra, con el avance del nazismo, a Woolf le resultó muchísimo más difícil defender su postura. A partir de 1933, ser pacifista adquirió un tinte equívoco, y suscitó un amplio rango de respuestas hostiles. La amenaza del fascismo no daba muchas opciones.9

      Un personaje de Woolf dice: "¿Dejarías que los alemanes invadan Inglaterra sin hacer nada?".

      Pero, aunque no asistía regularmente a reuniones feministas o pacifistas, Virginia Woolf participaba políticamente pensando y escribiendo. Sus posiciones infiltraban todo lo que escribía. De ahí que Monsiváis acierte cuando dice que el feminismo de Woolf está más en su literatura que en sus ensayos. Sus batallas políticas están en sus letras, pero como no cree en las obras de arte "políticamente correctas", no usa su literatura como panfleto, y sólo deja vislumbrar su feminismo y su pacifismo en los diálogos y actitudes de sus personajes. No le gustaba sermonear ni llenar sus novelas de opiniones políticas. Su actitud y reflexión antipanfletaria en la literatura la llevaron a una ruptura formalista: no hay un héroe, no hay una trama climática, no hay resolución ni certezas. Hay apertura, varias voces, dudas, un sentir colectivo.

      Virginia Woolf siempre manifestó su rechazo a la autoridad política masculina, a la cháchara de los políticos, a los nombres inscritos en el British Museum, a las estatuas de mármol, señalando lo ridícula que resultaba dicha megalomanía. Esta actitud la desarrolló con un despiadado rigor en Tres guineas, donde puso en evidencia los lados abominables y ridículos de la masculinidad: desde el infantilismo de la sociedad patriarcal, con su exclusión educativa y laboral de las mujeres, hasta una irónica crítica de las ceremonias masculinas, en especial, de los atuendos fastuosos y absurdos: las capas de armiño y las pelucas postizas de los jueces, los trajes de seda púrpura y los crucifijos enjoyados de los obispos, los uniformes con charreteras y bandas de los militares.

      Pero Tres guineas no es un panfleto feminista típico, no convoca a juntarse, sino a hacer una revolución desde la posición de outsiders. Su conciencia de exclusión la lleva a proponer una sociedad de outsiders, de las de afuera (en la traducción argentina en Sudamericana) y de las extrañas (en la traducción española de Lumen). Así, Woolf asume la marginalidad en la que se encuentran las mujeres y la utiliza creativa, subversivamente.

      En Tres guineas este uso extremo de la ironía es un hilo que acompaña toda la trama. Ella plantea preguntas irónicas de forma retórica, y entra luego a responder con ejemplos e imágenes sugerentes. Hay momentos en los que no hay una clara distinción entre hechos y pensamientos, entre datos y metáforas. Sus propuestas radicales, como la de que las amas de casa y las madres deberían recibir un salario, se mezclan con llamados a bailar como brujas frente a la hoguera. Hermione Lee sostiene que Virginia Woolf inventó esta estructura deliberadamente fluida para socavar la rígida insistencia de la propaganda y de la polémica."

      De 1931, año en que se le ocurre la idea, a 1938, cuando se publica Tres guineas, Woolf compartió con Leonard y con los amigos de Bloomsbury una sensación de desvalimiento creciente que desembocó en depresión política. La imagen que ella proyectaba, en parte como defensa, era la de una mujer poco interesada en los asuntos mundanos, con "los ojos en las estrellas", elitista, complicada, azotada, asocial. Pero una lectura cuidadosa de sus diarios y su correspondencia nos devuelve a una mujer profundamente conmovida por su entorno, preocupada por la política, con opiniones que defendía y que deseaba transmitir. Su dilema existencial fue su exclusión como mujer, pero su interés intelectual estaba más bien ubicado en la interrogante de si el arte debería seguir a la política, o si se podía sostener como algo aparte.

      Aunque maldecía la política, no ignoraba lo que ocurría políticamente: leía con avidez los periódicos, escuchaba las noticias en la radio, seguía día con día los acontecimientos. Su interpretación del mundo que la rodeaba era aguda y sin contemplaciones. Su aversión a cualquier distinción nutrió su fama de antisocial. La invitaron a ser parte de la delegación británica del Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, organizado por Malraux, y no aceptó. Se negó a ser parte del PEN Club, aunque aceptó la invitación de Vigilance, la organización francesa antifascista, de crear algo similar, a lo que Leonard pondría el nombre de For Intellectual Liberty. Por razones de salud renunció a la Sociedad Internacional de Escritores. Sin embargo, en diciembre de 1936 escribió "Why Art Today Follows Politics", para el Daily Worker, a peti ción de la Artists International Association10, una alianza plural de artistas comunistas, socialistas y liberales contra el fascismo y la guerra.

      Pero ella tenía su vocación: escribir, y al ominoso ambiente proguerra se sumaron las preocupaciones por su manuscrito de The Years. ¿Por qué le resultó tan difícil y doloroso escribir esa novela, surgida también de la famosa conferencia sobre Profesiones de mujeres? Tal vez porque en Los años hace, de manera sutil, una denuncia radical de outsider a una sociedad masculinista, patriarcal, imperialista, clasista y guerrera.

      Aunque un aspecto central de Tres guineas es la relación entre el fascismo y el feminismo, la paradoja es que las críticas que se le hicieron la acusaron de escribir cuestiones irrelevantes e inútiles sobre las mujeres cuando había que enfrentar la amenaza del fascismo. Lo que hace Woolf es tomar el discurso de que había que defender a la civilización de la barbarie del fascismo y, situada al margen, como outsider, ofrecer una visión crítica de la sociedad inglesa, en la cual las clases educadas resultaban perpetradoras y aceptadoras de la barbarie cotidiana. Vincular las actitudes patriarcales cotidianas al horror del nazismo de Hitler fue un acto temerario, que en parte explica el porqué del rechazo generalizado a Tres guineas. Pero no fue pura audacia sino precisamente una lectura cuidadosa de su época lo que llevó a Virginia Woolf a reconocer a Hitler o al "hitlerismo inconsciente", como ella lo denominó, en Inglaterra.

      La reflexión que proponía era poco digerible en ese momento. Lo novedoso de su método, y lo visionario y vanguardista de su postura política, llevaron a que se despreciara y se malentendiera su posición.11 Ella misma reconoció que si dijera lo que realmente pensaba recibiría mucha hostilidad. ¿Qué era eso que pensaba? En sus cartas y diarios es muy explícita sobre sus sentimientos sobre la guerra:

es un despliegue idiota, y violento, y odioso, y estúpido, y frívolo, e innoble, y malo.
Diría que me aburren totalmente los libros de guerra, que detesto el punto de vista masculino,
que me aburre su heroísmo, su virtud y su honor.
Que lo mejor que pueden hacer los hombres es no hablar de ellos más.

      Obviamente, nada de esto sería publicado. La resistencia que generó Tres guineas fue más allá de objeciones razonables porque tocaba un punto doloroso que nadie quería aceptar: el fascismo cotidiano. Por eso la lectura de Tres guineas fue y sigue siendo tan lacerante.12

      Su estrategia de denuncia fue riesgosa, y la expuso a burlas y críticas. Su agudo análisis del clasismo imperante fue malinterpretado. Al insistir en hablar a nombre de "las hijas de hombres con educación" se la tachó de autorreferente, y se la acusó de no interesarse por las mujeres de otras clases sociales. Todavía hoy hay quienes hacen una lectura equivocada de su tono crítico, tomando literalmente como formulación clasista lo que es una filosa denuncia.

      Además de ser un texto subversivo, donde Virginia Woolf establece comparaciones irritantes y escandalosas, como la que hace entre San Pablo y Hitler, Tres guineas también es una sólida y documentada investigación sobre la discriminación femenina en Inglaterra. En las notas a pie de página de Tres guineas, Woolf reúne la increíble información que ha estado juntando durante años. Ella decide poner todas las notas al final, y no a pie de página, para que, los lectores pudieran solazarse y declara: "Me tomé el trabajo de buscar todos estos datos como nunca lo había hecho antes en mi vida. Quería mostrar una situación muy compleja de la manera más sencilla posible".

      Aunque la cantidad de referencias y datos es espectacular, más lo es el rango de temas que discute: desde cuestiones relacionadas con la antropología, la educación, la crítica literaria, la psicología, la historia, la medicina, el arte, los clásicos, la teología, todos tratados con rigor y fundamento. Pero lo más impresionante es ver la manera en que ella mezcla cuestiones que aparentemente no tienen mucho que ver, o que son superficiales, para mostrar la profundidad de su pensamiento, por ejemplo, su análisis de la lista de los salarios de los funcionarios públicos, y lo que ésta revela, la existencia del techo de cristal, ese obstáculo invisible que impide a las mujeres acceder a puestos de dirección.

      Su actitud con el feminismo fue también muy crítica, sobre todo de las posturas "mujeristas". Ella estaba por lo que hoy llamamos el empowerment (empoderamiento o potenciación): ganarse la vida, escapar a la doble moral, tener igualdad de oportunidades y de trato. Pero para Virginia Woolf la lucha contra el patriarcado era algo que no sólo competía a las mujeres, sino también a los hombres, que se beneficiarían de ello.

      Su incisiva valoración de la diferencia sexual parece caer por momentos en posiciones esencialistas sobre la masculinidad: los ejemplos de comportamiento primitivo y regresivo de Hitler y de Mussolini, a los que ve como con características masculinas ancestrales y primarias. Sin embargo, en la mayor parte del texto se maneja con una comprensión del género: construcción social de atributos femeninos y masculinos.

      En su recomendación a las mujeres de mostrarse indiferentes ante las actitudes belicosas de los hombres, y abstenerse de hacer tanto incitaciones como disuasiones, demuestra un profundo conocimiento de la condición humana, aunque no incursiona en el tema de la belicosidad femenina.

      A lo largo del texto Woolf opta por soltar, casi desapercibidamente, sutiles preguntas feministas, por ejemplo, "¿por qué las sociedades han sido tan amables con los hombres y tan duras con las mujeres?". Sin embargo, también plantea de manera abierta y contundente muchas demandas radicales, como "pagar sueldo a aquellas mujeres cuya profesión es el matrimonio y la maternidad". Junto a la explicitación de la demanda, cuela comentarios de apariencia inocente, como: "quienes dependen económicamente tienen buenas razones para sentir temor". Ante el negro panorama que pinta ¿qué pueden hacer las mujeres? La alternativa expresada en el título de la reseña sobre Tres guineas publicada en el Atlantic Monthly en 1938, aparece entonces como "llorar o unirse contra la guerra".13 Woolf propone un proceso de reeducación y nuevas leyes relativas a una cooperación social y económica que puedan transformar la sociedad. Aunque es consciente del peligro que se expresa en la pregunta que circula en el ambiente -¿cómo reeducar a la sociedad si acaba siendo invadida por los alemanes?-, ella mantiene su convicción pacifista.14

      A sesenta y cuatro años de su publicación, Tres guineas se sostiene como una apasionada crítica cultural y política. Virginia Woolf vincula el apoyo a la guerra con otras formas del poder masculino en la sociedad, incluyendo lo que ella llama formas inconscientes. Pero por debajo de su forma de ligar masculinismo y guerra surge la forma en que Woolf comprendía la actividad política de las mujeres: como outsiders.

      Su alegato antinacionalista argumenta que las mujeres no pueden ser patriotas en un país que las discrimina y excluye: "Como mujer, no tengo país. Como mujer no quiero país, como mujer el mundo es mi país."

      ¿Qué le dice al feminismo de hoy? Que, en nuestras sociedades patriarcales, el fascismo está a la vuelta de la esquina. Por eso es más que oportuno leer su crítica de cómo los regímenes fascistas tienden a marcar las divisiones entre los sexos. Sobrecoge lo radical y lo actual de su visión sobre cómo el desarrollo del fascismo está alimentado por el machismo de todos los días. Pero tal vez lo que más nos cuestiona es que en Tres guineas Virginia Woolf no sólo establece una analogía entre la tiranía del estado patriarcal y la tiranía del estado fascista, sino, sobre todo, argumenta que no hay tiranía sin complicidad.

Notas


^ 1.  La guinea era una moneda inglesa, equivalente a veintiún chelines. Hoy está en desuso, excepto en las carreras de caballos, donde se sigue utilizando por razones de tradición.

^ 2.  De hecho dio dos veces en una semana la misma conferencia: en Newnham College el 20 de octubre de 1928 y en Girton el 26 de octubre de ese mismo año. En su diario Virginia Woolf juntó las dos conferencias.

^ 3.  La conferencia la impartió el 21 de enero de 1931, cuatro días antes de cumplir 49 años. En términos prácticos, la conferencia consolidó su relación con la Sociedad. Se integró formalmente en noviembre de 1932 y se comprometió a apoyarla. En 1933 trató de vender el manuscrito de Una habitación propia para donarles el dinero.

^ 4.  La BBC invita Smyth a coordinar un programa llamado Point of View y ella le escribe a Woolf diciéndole cuánto la admira por Una habitación propia, e invitándola a participar. Woolf, que sabía de ella y la había querido conocer, acepta.

^ 5.  Pocos días después de su conferencia, en enero de 1931, Woolf empezó a recortar todas las noticias y referencias sobre prejuicios sexistas vigentes, doble moral (el debate de si una mujer podía dirigir una oficina gubernamental o la renuncia de once miembros del comité de una biblioteca cuando se designó a una mujer). Coleccionaba frases como la de C.E.M. Joad: "Creo que las mujeres no se deberían sentar a la mesa con los hombres." Cientos de ejemplos de prejuicio victoriano y contemporáneo. Para 1932 tenía "suficiente pólvora para volar St. Paul".

^ 6.  En 1910, mientras Virginia Woolf rotulaba sobres, Ethel Smyth tiraba piedras a las casas de los ministros junto con Emmeline Pankhurst. A estas dos las encarcelaron celda con celda en Holloway, y durante los dos meses de encierro Smyth compuso la Marcha de las mujeres, una especie de himno de batalla del movimiento sufragista.

^ 7.  Una respuesta famosa fue la que le dio a Arnold Bennett, por su artículo "Our Women", donde argumentaba que las mujeres son intelectualmente inferiores a los hombres.

^ 8.  Su marido, Leonard, activo socialista, estuvo contra la primera guerra mundial, pero no fue enlistado, pues su famoso temblor en las manos lo incapacitó. Lytton Strachey y Bertrand Russell eran pacifistas notables, y muchos otros desafiaron los tribunales y aceptaron hacer trabajo de apoyo (oficina), resistiéndose a ir al frente.

^ 9.  En 1935 la postura pacifista es derrotada en el partido Laborista. Durante la guerra civil española sólo una minoría de socialistas siguieron siendo pacifistas. Así como el debate sobre la guerra escindió a la izquierda, de la misma forma Bloomsbury se dividió. También el matrimonio Woolf estaba partido, aunque no hablaban de ello. Después de la guerra civil española sólo Woolf y Huxley coincidían en la postura pacifista.

^ 10.  Hermione Lee, Virginia Woolf, Vintage Books, Nueva York, 1999, p. 670.

^ 11.  La mayoría de sus amigos se avergonzó de Tres guineas: Leonard lo consideraba su peor libro, Keynes lo calificó de tonto (silly) y a Vita Sack-Ville West no le gustó. Hay que recordar que ni Russell ni Huxley fueron ridiculizados por su pacifismo, sino considerados utópicos. En cambio Woolf fue atacada por su pacifismo. La recepción del libro fue horrible: pocos críticos serios lo comentaron, y la prensa se fue por el lado amarillista de señalar cómo se burlaba de los ropajes de los jueces y militares.

^ 12.  Y aunque se le atoró a muchos lectores hombres, en cambio, tuvo muchas entusiastas lectoras femeninas, desde las directoras de escuelas secundarias para jovencitas hasta las escritoras y sufragistas del momento. El mayor tributo lo recibió de una de las líderes del movimiento: Emmeline Pethick Lawrence.

^ 13.  "Women Must Weep -Or Unite Against War" en Atlantic Monthly, mayo y junio de 1938.

^ 14.  Tal vez fortalecida por el dolor que significó la muerte de su sobrino Julian en la guerra civil española.

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