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[Publicado en: Revista de la Universidad de México, núm. 613-614, julio 2002, pp. 5-12.]

Itinerarios: de la autonomía a la cultura popular

(sobre la Revista de la Universidad en la década de los treinta)

Isaac García Venegas


En un ambiente turbulento se publicó por primera vez la revista Universidad de México. Visto a la distancia se puede afirmar que en noviembre de 1930 inició uno de los esfuerzos culturales más fructíferos y prolongados que ha tenido lugar en el país. Sin embargo, en aquel entonces la existencia misma de la revista fue incierta; en una sola década vivió dos periodos con orientación, diseño e incluso nombre distinto: primero fue Universidad de México (noviembre de 1930 a agosto de 1933) y tras un silencio de casi dos años volvió con el nombre de Universidad: mensual de cultura popular (febrero de 1936 a junio de 1938). Después de sesenta y tres números publicados en conjunto, desapareció por un lapso de ocho años.

En defensa de la autonomía y la libertad. Primer periodo (1930-1933)

Dos circunstancias que afectaron seriamente a la Universidad dieron un impulso particular a la revista Universidad de México: la autonomía universitaria y el acoso gubernamental que, además de ser constante, se recrudeció a partir de entonces. La revista hizo explicito este hecho al presentar como editorial inicial tanto las consideraciones del presidente de la República para expedir la Ley Orgánica de la Universidad en 1929, como las intervenciones que hicieron en ese entonces el rector Ignacio García Téllez y el estudiante Alejandro Gómez Arias, ante el primer Consejo Universitario de la UNAM.

El estado de ánimo que prevalecía en la casa de estudios era claramente perceptible en aquel editorial. En palabras del rector, la Universidad aspiraba a crear un "hombre útil para la sociedad", y no "un burócrata mendicante que, congestionado con ideas extranjeras, sólo inculca principios irrealizables, predica falsas utopías y presta servicios a quienes, en la defensa de sus intereses creados, fomentan la lucha de clases, mantienen sin perfeccionar la técnica industrial y desean prosperidad del monopolio capitalista sobre la explotación del esfuerzo humano". Sin duda un duro juicio que, traspasando las fronteras de la autocrítica, alcanzaba a un gobierno que decía encarnar la revolución y con el cual la Universidad, al volverse autónoma, había llegado a una ruptura casi definitiva. Después de todo, con la autonomía se pretendió dar "solución" a un conflicto cuyas demandas iniciales nada tuvieron que ver con ella. No obstante, por más que los universitarios aceptaban la necesidad de reformar su institución, eso no quería decir que asumieran los lineamientos dictados por los revolucionarios en el poder.

Por ello Universidad de México, dirigida en ese periodo por Julio Jiménez Rueda y Pablo Martínez de Rio,1 estableció un fuerte compromiso con la autonomía universitaria, entendida ante todo como libertad de pensamiento y opinión frente a un régimen que en sus intentos de consolidación habla caído en el descrédito. Violencia política, rebeliones, corrupción, centralismo e imposición de la figura de Plutarco Elías Calles sobre las instituciones. de gobierno, eran los signos más ostensibles del dominio sonorense en su última fase. Y precisamente desde allí se acusaba a la Universidad de ser aristocrática egoísta, indiferente e incluso hostil a las causas de la revolución.2 Al definirse a sí misma como una revista de estudio, investigación y análisis de problemas sociales y cuestiones científicas, y "no un magazine literario, ni un escaparate lírico de buenas intenciones",3 Universidad de México tomó distancia de otras revistas, pero además, respondió puntualmente a esas descalificaciones y agresiones.4

Esta reivindicación de la Universidad se hizo asimismo en cosas tan nimias pero simbólicas como, por ejemplo, reproducir en sus primeras portadas los grabados del profesor Valerio Prieto que representaban los edificios universitarios. Mas fue en los contenidos en donde dicha reivindicación resultó sumamente clara. A lo largo de este primer periodo es notable la ambición de profundidad que hubo en los textos publicados, perceptible en lo prolijo y "denso" de muchos de ellos. No es exagerado afirmar que esta "fiebre" de investigación, análisis y estudio profundo fue casi inversamente proporcional a las acusaciones que la Universidad recibió desde el poder.

Si, como frecuentemente se afirmó en sus páginas, Universidad quería decir universalidad, habría que reconocer el esfuerzo de la revista por alcanzar objetivo tan ambicioso en momentos de profunda agitación mundial. La crisis que desde 1929 mostró el capitalismo hizo de los diversos sistemas que se perfilaban en el horizonte -comunismo, socialismo, fascismo- alternativas viables para un mundo inmerso en lo masivo, los movimientos revolucionarios, la inestabilidad política, y los avances científicos y tecnológicos. De alguna manera, la revista también respondió a estas inquietudes, todas ellas derivadas de un orden internacional que aún no alcanzaba a reconstituirse.

Por lo menos dos fueron los sentidos de esa universalidad aludida. El primero de ellos se reflejó en la gran variedad de temas tratados. Los problemas concretos de la nación se expusieron con el mismo rigor que los filosóficos; los temas históricos y arqueológicos mexicanos y universales ocuparon numerosas páginas, tantas como inteligentes ensayos de economía y derecho; el arte (indígena, colonial y contemporáneo, incluyendo cine y teatro) apareció constantemente, casi a la par que las materias científicas (biológicas, astronómicas, geológicas, médicas, matemáticas...). Si bien el relato, el cuento y la poesía fueron más bien escasos comparados con otras temáticas, no sucedió lo mismo con la mirada hacia y desde el exterior, sobre todo latinoamericana y europea.5

Por supuesto, esta universalidad se complementó con el gran abanico de ideologías que se perfilaban en el tratamiento de los diversos temas: al lado de un planteamiento sobre la viabilidad de la economía socialista era posible encontrar una mirada favorable hacia la tecnocracia como solución a los problemas del mundo; también era factible hallar a una dama abogando por los derechos políticos de la mujer en México y a un constitucionalista meditando sobre las posibles reformas a la carta magna; e incluso se podían leer textos de Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, los dos grandes protagonistas de aquel célebre debate en el que se jugaría el destino de la Universidad: la educación doctrinaria o la libertad de cátedra.

Consecuencia obvia de lo anterior fue la diversidad nacional, profesional e incluso de nivel de estudios, de sus autores. León Felipe y Juan José Soler (ministro de Paraguay) por citar solamente a dos, compartieron páginas con autores mexicanos como Alfonso Reyes, Luis Chávez Orozco, Ermilo Abreu Gómez, y Luis González Obregón, entre otros. Pero acaso lo más interesante es que en esas mismas páginas también participaron alumnos de la Universidad. En efecto, desde que se preparaba el primer número, la revista convocó a profesores y estudiantes para que colaboraran en ella. Aunque la respuesta no fue del todo entusiasta, sí se publicaron ensayos, grabados y proyectos arquitectónicos para la construcción de Ciudad Universitaria realizados por alumnos de las distintas escuelas de la casa de estudios.6

Empero, cual líquido que traspasa una tela porosa, el nacionalismo se filtró a través de ese universalismo. En este sentido, Universidad de México perteneció y contribuyó a la construcción del mito y a la eventual filosofía de "lo mexicano". Ese intento de pensar lo universal desde lo particular, de adaptar lo ajeno para consolidar una "identidad" estable que, al igual que en el resto del mundo, hiciera de lo propio lo único, destilaba explícita o implícitamente en sus páginas. Así, paulatinamente se presentó en ella la idea racial de lo castizo, lo mestizo, lo criollo, para explicar lo nacional. Tema fundamental que por aceptación o rechazo provocó reflexiones de considerable envergadura.

En aquel entonces la revista Universidad de México estaba compuesta por siete secciones. Ocupaban la primera los artículos principales, concebidos como monografías inéditas, producto de la investigación sobre asuntos filosóficos, científicos, sociales, artísticos o literarios que a juicio de sus editores enriquecían el acervo cultural de México. A continuación aparecía "Opiniones", sección que se ocupaba de aquellos escritos que ponían en contacto a los profesores y estudiantes de México con los de otros países. La tercera tenía por título "Informes oficiales", que publicaba las disposiciones oficiales de interés para los universitarios y su institución. En seguida se encontraba la sección "Universitarias", cuyo fin era dar a conocer la vida universitaria en sus diversos aspectos a partir de noticias concisas. "Notas del país" ofrecía toda la información relacionada con la nación, sobre todo la referente a aspectos educativos y de acción social. Desde la sección de "Notas del extranjero" se ponía al lector al tanto de los principales adelantos de la cultura, ciencia e investigación en el resto del mundo. Y por último, en "Libros" se publicaban breves reseñas e información sobre literatura, ciencia y artes en general. En este primer periodo, cuando llegaban a aparecer, la pintura, escultura y fotografía tuvieron un lugar destacado dentro de la revista.

A partir de diciembre de 1931 se intentó presentar una sección "Estudiantil" que en realidad no fue tan regular como las otras. Como su nombre lo indica, en ella se trataban asuntos estudiantiles. Este sector que en 1929 había "conquistado" la autonomía fracasó en su intento de mantenerse unido después de aquel movimiento. Lo que en septiembre de 1933 fue un debate entre dos reconocidos intelectuales sobre la libertad de cátedra y la educación socialista. en realidad puso de manifiesto dos poderosas corrientes que también tenían partidarios entre los estudiantes. Alejandro Gómez Arias y Luis Martínez Mezquida representaron entre ellos las opciones de Caso y Lombardo, respectivamente. Tal vez la irregularidad de esta sección fue una expresión más de la colisión en ciernes que acabó por poner en riesgo la existencia de la Universidad.

Es probable que esta divergencia sobre el derrotero a seguir por la UNAM haya sometido a la revista a una presión particularmente difícil de sortear. Esa situación se agravó por la endémica falta de recursos que caracterizó esta etapa de la vida universitaria. Esto fue claramente perceptible en las campañas que desde 1931 se hicieron en Universidad de México con el fin de obtener fondos para la institución. Pese a que el financiamiento de la revista no se obtenía exclusivamente del presupuesto universitario, ya que contaba con ingresos por venta, suscripciones y publicidad,7 para mediados de 1932 su periodicidad prácticamente se volvió bimestral. En estricto sentido, fue mensual por poco más de un año. En agosto de 1933 dejó de aparecer y tal hecho, junto con otros, anunció una de las crisis más severas que viviría la UNAM en toda su historia.

El camino hacia la cultura popular. Segundo periodo (1936-1938)

Si su antecesora inmediata había surgido en un ambiente turbulento, Universidad: mensual de cultura popular lo hizo en plena efervescencia. Sus veintinueve números coincidieron con el periodo de mayor "radicalismo revolucionario" del que hasta entonces se tuviera memoria. La expulsión del expresidente Plutarco Elías Calles, la creación y consolidación de un amplio apoyo popular al régimen cardenista, la organización de las masas a partir del corporativismo, una política nacionalista sin paralelo hasta entonces, y una retórica socialista no pocas veces exacerbada, definieron esa efervescencia en la que incluso participó la revista.

No es que Universidad…, ahora dirigida por el abogado Miguel N. Lira,8 renunciara a la autonomía o a la libertad de pensamiento. Como valores consolidados que eran, ya no luchó por conquistarlos como si se había hecho anteriormente. En este segundo periodo sus impulsos y preocupaciones provinieron y se centraron en "el pueblo". Con tal palabra la revista se refirió a esa población nacional mayoritaria que no había recibido los beneficios de la revolución y que. por lo tanto, vivía en la marginación, la pobreza y la opresión. A fin de cuentas, una concepción que estrechaba los lazos con las convicciones del presidente Lázaro Cárdenas al mismo tiempo que ponía en evidencia el fracaso de los anteriores gobiernos revolucionarios.

La llegada de Luis Chico Goerne a la rectoría en septiembre de 1935 distendió las relaciones entre la institución y el gobierno. Esto fue posible debido a la amistad del rector con el presidente y, sobre todo, a esa voluntad de acercamiento al pueblo ya mencionada. Sin ambos elementos, la resistencia de la casa de estudios a la educación socialista habría sido causa de su desaparición, como ya había estado a punto de suceder. En pleno uso de su autonomía y libertad de cátedra, la institución se ofreció a transitar por un sendero que habría de "llevarle al desposeído para compartir con él sus angustias y sus esperanzas".9

Desde la Universidad se concibió ese acercamiento como una armónica retroalimentación: por un lado, se pretendía educar al pueblo, y por otro, se aceptaba que de él emanaban las "intuiciones y problemas" que era necesario atender o solucionar. Con este tipo de relación se llevaba a cabo una "labor de perfecta integración", de "trascendental democracia espiritual, base y preparación de toda subsecuente nivelación".10 Ese era el gran objetivo de la Universidad y del régimen: nivelar la vida del pueblo, erradicar las desigualdades. En aquel entonces tanto los universitarios como el gobierno estaban convencidos de que la educación era el instrumento fundamental para lograrlo.11

Este énfasis tuvo como consecuencia inmediata dar una nueva dimensión a las labores de difusión y de extensión universitaria. Con la creación del Departamento de Acción Social se hizo todo lo posible por concentrar y coordinar los esfuerzos encaminados a educar al pueblo: desde los centros obreros en los que se daban cursos sistemáticos relativos a "disciplinas de significación básica" hasta la publicación de Universidad: mensual de cultura popular. Así, la revista no sólo estaba íntimamente ligada al proyecto de "trascendental democracia espiritual", sino que incluso lo había presidido y quizá inspirado.12 Para Chico Goerne su aparición significó ni más ni menos que "el primer paso" dado por la casa de estudios en el nuevo sendero que algún día le llevaría a "la entraña misma de México".

La educación propuesta por Universidad... consistía en "hacer accesible principios y fórmulas a los humildes", y dar orientaciones e interpretaciones sobre los problemas contemporáneos, nacionales e internacionales. La idea de accesibilidad adquirió forma en diversos aspectos como el lenguaje, la distribución y el diseño. Un lenguaje sencillo para explicar fenómenos, procesos y hechos complejos fue una aspiración constante en este periodo, especialmente de la sección "El grano en la espiga" (posteriormente llamada "Panorama"), a cargo de Vicente Magdaleno. Mas este intento podría resultar inútil si no llegaba a sus destinatarios. Por eso durante 27 meses Universidad... distribuyó gratuitamente sus 20 mil ejemplares previa solicitud al Departamento de Acción Social de la Universidad. Aun cuando parece difícil imaginar que éstos llegaron efectivamente al pueblo, los constantes llamados de alerta que desde ella se hicieron para denunciar a quienes la vendían, y el reconocimiento de que el tiraje no lograba satisfacer la demanda, hace pensar que logró ir más allá de los ámbitos estrictamente universitarios y gubernamentales.

Pero ni su gratuidad ni el tipo de su lenguaje eran suficientes: debía atraer a sus lectores. A diferencia de su antecesora, ahora presentaba un diseño atractivo y sugerente. Las portadas eran coloridas y variaban en su presentación cada cuatro meses. Sobre todo la imagen tuvo un papel destacado -fotografía, pintura, escultura, dibujos, grabados-, completamente ausente o meramente fortuito en el periodo anterior. La sección llamada "Imágenes" fue mejorando paulatinamente. En 1937 se agregaron comentarios de intelectuales que reflexionaron sobre las que se publicaban. Esto dio lugar a los Cuadernos de Arte, que al año siguiente aparecieron regularmente con una clara tendencia hacia la crítica académica del arte.

Dentro de sus estrategias de educación popular, el Departamento de Acción Social había creado una Galería de Arte para que a ella tuvieran acceso sin estipendio alguno los más variados artistas y público en general. La preponderancia de la imagen en la revista pareció obrar en sincronía con esta política del departamento. De igual forma sucedió con la música. A partir de julio de 1937 se ofrecieron como suplementos partituras musicales de Manuel M. Ponce y Heliodoro Oseguera, entre muchos otros. Esta decisión se hallaba en plena correspondencia con los programas llevados a cabo por el departamento en lo referente a la Acción Estética: la orquesta sinfónica, los coros y el trio clásico de la Universidad realizaban "conciertos de tipo histórico y audiciones para trabajadores".13

Todo esto: la sencillez del lenguaje, una distribución gratuita y un diseño atractivo sostenido en la imagen, así como la aparición de elementos tan atípicos para una publicación de esta índole como los suplementos musicales, estructuraron lo que por "accesibilidad" entendieron los editores de la revista. En realidad esta idea se utilizó como sinónimo de "cultura popular", que consistía en la educación del pueblo, fuese alentando una sensibilidad estética o bien proponiendo "orientaciones" e "interpretaciones" sobre los grandes debates nacionales y universales. Esto último resultó fundamental, porque como bien se entiende de semejantes conceptos, no se pretendió imponer o adoctrinar como sí se había hecho desde el gobierno, y más bien se intentó conservar la universalidad que tan cara fue para su antecesora.14 El compromiso, tantas veces manifiesto en sus páginas, era con "el pueblo" y no con alguna ideología; tanto así que en ella "no figuran los nombres sólo de personalidades del pasado, sino también del presente, y no extranjeros en exclusiva, sino también, y al igual, de los nacionales, y no puramente, en otro aspecto, de nacionalistas del centro o de los flancos, sino también de las más diversas orientaciones”.15 A lo cual habría que añadir su tendencia a incluir estudiantes y escritores no tan conocidos por medio de concursos de cuento y ensayo.

Pero entre 1936 y 1938 el pensar universal estaba determinado en gran medida por el ascenso del fascismo, el nazismo y, lo que pareciera más importante, por el socialismo. El relativo éxito del modelo de desarrollo de la Unión Soviética frente al de Estados Unidos en poco menos de una década, y la Guerra Civil española, iniciada a mediados de 1936, fueron los referentes insoslayables. Quizá a esto se deba la colección de ensayos sobre marxismo que se publicaron en Universidad…, aun cuando las posturas fueran encontradas.

En cambio, con respecto al conflicto español la ponderación no fue tan equilibrada. Las entrevistas de Heliodoro Valle a varios españoles exiliados denotaban simpatía por la "República de los trabajadores",16 tanto como las palabras del rector en octubre de 1937:

...la voz de España vuelve a tener por auditorio al mundo y por creyentes a sus hijos; al mundo que busca su salvación en la actitud heroica, a sus hijos que la vimos conquistar sin aniquilar, mezclando su carne y su alma con el vencido, a sus hijos que afirmamos nuestra fe, a pesar de su tragedia del instante, en su destino eterno, porque su eternidad ha de ser nuestra propia eternidad.17

Evidentemente esta convicción volvía a encontrar comunión con los postulados del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. El acercamiento de la Universidad con el régimen era algo más que una mera coincidencia o conveniencia. Por caminos distintos llegaban a convicciones parecidas. De hecho, un giro hasta ese momento insospechado se hizo presente en la revista: por primera vez, desde la creación de la Universidad Nacional en 1910, sus defensores la identificaron con la revolución. A unos cuantos meses de la nacionalización del petróleo, Agustín Yáñez sorprendentemente afirmaba que:

la Universidad es el paradigma de la Revolución […] Cegar la Universidad, es cegar las fuentes de enriquecimiento -ideas, hombres- de la Revolución. Anquilosar a la Universidad equivale a anquilosar a la Revolución. […] Si nuestra casa es sólo campo de agitaciones negativas, de anarquía, envidias, demagogia destructiva, la nación perderá la esperanza de un estado organizado, justiciero, lealmente democrático…18

Tal vez por ello, como muchos otros sectores de la sociedad mexicana, los universitarios apoyaron al general Cárdenas en su decisión de nacionalizar el petróleo. Después de todo, la idea de "lo nacional" adquirió en este segundo periodo mayor notoriedad que en el anterior. Lo que antaño era nebuloso ahora estaba absolutamente claro: el 12 de octubre de 1492, día en que "nuestras entrañas recibieron la caricia de la luz latina", se había gestado el ser nacional. El mestizaje "generoso", "abierto sin limitación a todas las razas", era la "fuerza creadora de la humanidad" que vendría.19 La defensa de los valores propios, como los católicos, hecha por José Vasconcelos, o la meditación de Alfonso Teja Zabre sobre el "marxismo criollo", son sólo dos muestras cabales de esta tendencia nacionalista apuntalada en el mestizaje.

Como su antecesora, Universidad: mensual de cultura popular se estructuró de una manera tal que le facilitaba incluir y ordenar lo hasta aquí dicho. La sección principal se ocupaba de diversas temáticas y su característica fundamental consistió en presentar articulas de fondo. Cabe destacar que la presencia de poemas y relatos fue más constante que en el periodo anterior. Lo cual, a su vez, tuvo una consecuencia poco favorable: un paulatino retiro de la presencia científica. "Actividades universitarias" apareció como sección a partir de 1937 y su título explicitaba su contenido. "De todos los rumbos", cuyo nombre posteriormente cambió a "Nuestro canje", incluía contribuciones del extranjero y traducciones ya publicadas. En la sección de "Libros" o "Ante los libros recientes" como se llamó después, se presentaron reseñas y notas. "Imágenes", apartado que daría origen a los Cuadernos de Arte y que en abril de 1938 seria rebautizada como "Gráficas", tenía como finalidad dar a conocer la obra plástica de artistas mexicanos y del extranjero. Por último, "El grano en la espiga" o "Panorama", como ya se ha dicho, ofrecía las líneas esenciales del pensamiento universal con un lenguaje sencillo.

El entusiasmo que en marzo de 1938 mostró la revista al anunciar un "positivo mejoramiento" de sus secciones, para lo cual estaba obligada a dejar de ser gratuita,20 se interrumpió abruptamente tres meses después. Un movimiento estudiantil exigió y obtuvo la renuncia de Luis Chico Goerne. Su sucesor, el rector Gustavo Baz, dio a la Universidad un rumbo en el cual la "cultura popular" desapareció del horizonte, y junto con ella toda una manera de entender la educación, la extensión y la difusión universitaria.21 Como casi siempre, en sus tensiones la Universidad prefiguró los giros de la nación que, en este caso, significó el abandono del "radicalismo revolucionario" apenas nacionalizado el petróleo.

Lo cierto es que, como Universidad de México o como Universidad: mensual de cultura popular, en la década de los años treinta la revista hizo valiosas aportaciones que tanto hoy como ayer son indispensables: autonomía, libertad de pensamiento, y una constante aspiración de ir más allá de las aulas universitarias, de las elites culturales, de los gobiernos y su retórica en turno. La revista de la Universidad no puede ni debe renunciar a esta tradición.

Notas


^ 1.  Julio Jiménez Rueda fue director de la revista desde noviembre de 1930 hasta agosto de 1932, y Pablo Martínez del Río su secretario de redacción a partir de enero de 1931. Ambos se separaron de ella para ocupar puestos en la administración del nuevo rector Roberto Medellín Ostos: Secretario General y jefe del Departamento de Intercambio Universitario, respectivamente. A la salida de ambos, se hizo cargo de la revista Andrés lduarte únicamente por dos números. Para noviembre de 1932 regresó Pablo Martínez del Río, pero ahora como director, cargo que desempeñó hasta la desaparición de la revista en 1933.

^ 2.  Tales fueron, entre muchas otras, las calificaciones que lanzó el secretario de Educación pública, Ezequiel Padilla, ante el Congreso de la Unión al solicitar la autonomía universitaria en 1929. En adelante se repetirán una y otra vez juicios semejantes. Véase Martínez DelIa Rocca, Salvador, Estado y Universidad en México [1920-1968]. Historia de los movimientos estudiantiles en la UNAM, México, Joan Boldó i Climent. 1986, p. 48 y ss.

^ 3.  Revista Universidad de México, octubre de 1931, tomo II, núm. 12.

^ 4.  Llegaron al extremo de pedir la supresión del presupuesto que se otorgaba a la UNAM por ser un gasto oneroso e inútil para la República. Este tipo de peticiones se hicieron desde 1912. Sin embargo, en la década de los treinta se volvió prácticamente una línea de acción gubernamental. Con la "autonomía total" (1933), esta tendencia llegó a su punto culminante al darle a la Universidad un monto único de 10 millones de pesos y despojarla de su carácter nacional. Existen pruebas para decir que a partir de entonces la precariedad económica se convirtió en una de las armas con las cuales el gobierno confrontó a la Universidad en más de una ocasión.

^ 5.  Por ejemplo, en 1932 se dedicó un número doble (marzo-abril) al primer centenario de la desaparición de Goethe, en el que intelectuales alemanes y mexicanos reflexionaron sobre aquel pensador desde las más diversas perspectivas: la pedagogía, la música, la geología, la paleontología, las artes plásticas y la psicología.

^ 6.  Con Pascual Ortiz Rubio en la presidencia hubo un momento en que la construcción de una Ciudad Universitaria pareció ser un proyecto viable. Así lo demuestran los planos propuestos, los apoyos que en distintos momentos se publicaron dentro de la revista para que se diera paso a la construcción de la misma, las sucintas pero significativas reflexiones que se hicieron en sus páginas sobre la conveniencia de dotar a la institución de instalaciones que la alejaran de su pasado colonial. Como ejemplo de esto véase revista Universidad de México, noviembre de 1930, tomo I, núm. 1, pp. 61-63.

^ 7.  El ejemplar tenía un costo de peso y la suscripción anual de diez pesos. En cuanto a publicidad, se anunciaban en instituciones públicas y privadas como bancos, cajas de ahorro, empresas telefónicas y de cigarros, laboratorios, editoriales y papelerías, cementeras, casas funerarias, etcétera.

^ 8.  Miguel N. lira dirigió la revista durante casi todo este periodo. Únicamente hacia el final, en junio de 1938, fue sustituido [sic] Antonio Acevedo Escobedo.

^ 9.  Chico Goerne, Luis, "Palabras iniciales", Universidad: mensual de cultura popular, febrero de 1936, tomo I, núm. 1.

^ 10.  Magdalena, Vicente, presentación de la sección "El grano de la espiga", Universidad: mensual de cultura popular, abril de 1936, tomo I, núm. 3.

^ 11.  Para el entonces director de la Biblioteca Nacional Aurelio Manrique Jr., la educación era "factor de primer orden para la liberación de los esclavos y víctimas de la desigualdad, de la explotación. de la miseria; panacea para el alivio de todas las miserias y las podredumbres del cuerpo y del espíritu del hombre". Universidad: mensual de cultura popular, mayo de 1936, tomo I, núm. 4.

^ 12.  El Estatuto en el que se creó el Departamento de Acción Social de la Universidad se aprobó en julio de 1936; es decir, seis meses después de que apareció el primer número de la revista. Véase Consuelo García Stahl, Síntesis histórica de la Universidad de México, México, UNAM, p. 147 y ss.

^ 13.  Azuela, Salvador, "El Departamento de Acción Social de la Universidad", Universidad: mensual de cultura popular, mayo de 1937, tomo III, núm. [sic].

^ 14.  El mismo Salvador Azuela definió: "la posición simpatizante de la Universidad Nacional por la causa de los oprimidos, ni excluye el decoro de la inteligencia. ni implica la sujeción a ninguno de los esquemas ideológicos que aspiran, sin lograrlo, a ser el recipiente definitivo de la historia. Universidad implica universalidad, reclama libre examen [sic] menos de servir de escondite [sic] fuerza confesionales o secta [sic] y, por ende, extrauniversitarias. Ibidem.

^ 15.  Con estas palabras Vicente Magdaleno anunciaba el pe [sic] de su sección, no obstante captaban con claridad mer [sic] el sentido que la revista en [sic] momento defendió.

^ 16.  El triunfo sobre la monarquía y la dictadura en 1931, dio paso a la creación de una nueva constitución española, en la cual se definía a España como una "República de trabajadores", véase. Vilar, Pierre, Historia de España, 26ª ed., Barcelona, Crítica, 1986, pp. 125-158.

^ 17.  Chico Goerne, Luis, "La Universidad Nacional y la fiesta de la raza", Universidad: mensual de cultura popular, octubre de 1937, tomo IV, núm. 21.

^ 18.  Yáñez, Agustín, "Universidad y Revolución", Universidad: mensual de cultura popular, diciembre de 1937, tomo IV, núm. 23.

^ 19.  Chico Goerne, Luis, "la Universidad Nacional y la fiesta de la raza", op. cit.

^ 20.  A partir de mayo de 1938 cada ejemplar se vendió a treinta centavos; la suscripción semestral a un peso con cincuenta centavos; y la anual a dos pesos cincuenta centavos. En el extranjero se vendió a un dólar el ejemplar

^ 21.  La "independencia sin aislamiento, colaboración sin sumisión, solidaridad en el bien sin complicidades con ningún prevaricador" parecía ya una propuesta extraña ante la Universidad entendida como "una comunidad de cultura a servicio de la sociedad" cuya actividad se fundaba "en los principios de libre investigación y de libre cátedra". La primera frase corresponde a Aurelio Manrique, Op. cit.; la segunda a Gustavo Baz, en Consuelo [sic] Stahl, op. cit.

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