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Modernidad: Versiones y dimensiones
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[Reseña de: Carlos Lagorio, Pensar la modernidad: una historia cultural de las revoluciones, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2012.]

 

Revoluciones en consonancia

 

Ricardo Cortés Ortega

 


Explicar, a modo de síntesis, el carácter revolucionario que tuvieron en Europa y América los acontecimientos más sobresalientes en el ámbito de la política, la ciencia y el arte entre los siglos XVII y XX, es el objetivo principal de la obra escrita por Carlos Lagorio Pensar la modernidad: una historia cultural de las revoluciones. Para ello, entrelaza dichos ámbitos, generando una visión de conjunto –propia de un enfoque cultural– que sobrepasa lo concerniente a una sola rama del saber. Así, por ejemplo, su libro tiene la virtud de establecer diversos análisis comparativos, desde la relación existente entre la filosofía de Descartes y la pintura de Rembrandt, hasta una cierta afinidad entre el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Frankfurt y la escuela de artes Bauhaus.

 

En el primero de los tres capítulos que contiene el libro, que lleva por título La modernidad temprana, entabla un diálogo entre Descartes y Rembrandt con el que nos adentra al problema de la pasión por el racionalismo científico, la cual se manifiesta en el momento en que ambos personajes se ven atraídos por la anatomía. De lo que se trata, es de hacer ver que esta práctica despertó el interés de quienes deseaban comprender al hombre de carne y hueso, desafiando así la verdad a partir de Dios, es decir, aquella establecida por la Iglesia. Por una parte, al lector le será posible concebir el auge de los experimentos, ejercicios de cirugía y disección, como trasfondo fundamental para concebir obras como El discurso del Método de Descartes o las Lecciones de anatomía del doctor Tulp de Rembrandt. Por otra parte, concebirá también dichas obras a la luz de la conformación de un mundo forjado tanto por la burguesía como por el racionalismo científico.

 

Del segundo capítulo titulado Pensar la revolución, se destaca el estudio cultural que Lagorio hace de la Revolución Francesa, en especial lo concerniente a la política como “motor de la esperanza colectica”. Si la primer parte del libro la temática abarca el cultivo de la razón, esta parte se centra en el cultivo de la libertad. A grandes rasgos, en este apartado se construye una explicación de lo que, para la militancia surgida de los sectores populares, es decir más allá de la burguesía, significó la democracia, los derechos ciudadanos y, en especial, el poder simbólico que la libertad ejerció en el imaginario social. Con este propósito es que interpreta la pintura de Jean-Jacques David, actos simbólicos como la toma de la Bastilla o el cuidado de los “árboles de la libertad”, así como discursos subversivos en contra de los privilegios del clero y la nobleza.

 

Para finalizar su obra, en su tercer capítulo titulado La pasión por la revolución, el autor analiza el sentido de la crítica hacia la modernidad que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX. Para ello, señala la importancia que tuvo la Escuela de Frankfurt para las ciencias sociales, poniendo especial énfasis en la crítica de la cultura burguesa y de la razón como “razón técnico-instrumental” expuesta en Dialéctica de la ilustración de Theodor Adorno y Max Horkheimer. De forma paralela, al mencionar la importancia de las vanguardias artísticas como el expresionismo, traza el malestar propio de la época mediante su interpretación de obras como El grito de Edvard Munch y La nochede Max Beckman. De esta manera, hace ver el “dolor, la enfermedad y la fealdad” que se abrió paso ante el sueño roto de la libertad y la razón, ante la incumplida “promesa de felicidad” de la modernidad.

 

Cabe destacar que, a lo largo de la obra, Lagorio sostiene una crítica que se podría asociar a la crítica propia de la historiografía poscolonial, la cual suele afirmar la existencia de las culturas presentes en los territorios colonizados. De ahí que se interese también por analizar el carácter revolucionario de todo aquello que mine los cimientos de la cultura europea como “modelo de civilización etnocéntrica”. Así, pues, el lector encontrará un balance en torno de las revoluciones independentistas que, siendo consciente de lo que hoy en día podría parecer limitado o contradictorio en las ideas políticas de los criollos que las encabezaron, valora como acontecimiento simbólico, por mencionar un ejemplo, la relevancia que tuvo la revolución haitiana para cuestionar la esclavitud y el racismo. En un mismo sentido, destaca la obra de Pablo Picasso Las señoritas de Avignon ya que, en oposición a la representación occidental predominante, está inspirada en esculturas africanas.

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