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Modernidad: Versiones y dimensiones
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[Reseña de: Lucian Hӧlscher, El descubrimiento del futuro, trad. de Carlos Martín Ramírez, Madrid, Siglo XXI, 2014, 237 p.]

 

El concepto moderno de futuro: un horizonte abierto

 

Karina Romero Minutti

 


Bajo la premisa central de que las formas en las que se ha concebido lo que hoy entendemos por futuro han sido distintas en cada época, el historiador alemán Lucian Hӧlscher propone que el surgimiento de la noción moderna de futuro ―que cobra expresión desde el siglo XVIII en Europa mediante el concepto central de progreso― fue producto de una conciencia histórica específica que, por primera vez, concibió el devenir como un proceso coherente y abierto de la evolución de la humanidad; mientras que, paulatinamente, marcaba su distancia respecto de la noción religiosa de la providencia, en la que había tenido su origen.

 

A través de una mirada atenta a la transformación de la concepción medieval de futuro como avenir necesario, a su contraparte moderna como temporalidad vacía e indeterminada, el libro ofrece una visión englobante de distintos aspectos propios de la modernidad, manifiestos en el vocabulario de los discursos políticos y visibles, también, en algunas obras literarias, en construcciones arquitectónicas y en los grandes progresos tecnológicos. Cercano a la propuesta metodológica de la historia conceptual de Reinhart Koselleck, el recorrido analítico del autor, estructurado a través de cuatro grandes periodos, inicia a principios de la Edad Moderna y llega hasta nuestros días donde se cuestiona si, efectivamente, es pertinente seguir utilizando el término futuropara hacer referencia al concepto que predomina en las sociedades actuales.

 

En El periodo del descubrimiento, 1770-1830, si bien se reconoce que fueron Inglaterra y Francia los precursores de un campo de configuración pragmática y de exploración científica apoyadas en proyecciones y pronósticos del futuro, el autor postula la aparición del nuevo concepto en Alemania a partir de la década de 1760, bosquejado en la obra de filósofos como Lessing y desarrollado con mayor rigor en la obra de Kant, cuyo impacto en las décadas posteriores dio lugar a una tradición intelectual historicista y al desarrollo de los mitos nacionalistas sobre el futuro.

 

Posteriormente, en El periodo del resurgimiento, 1830-1890, se muestra el impacto de las perspectivas de progreso social en sectores más amplios de la sociedad con la cada vez más arraigada expectativa de una democratización política, especialmente en las metrópolis europeas occidentales. Personajes como Saint-Simon y Charles Fourier fueron especialmente influyentes para la creación de los primeros proyectos de futuro de carácter socialista, dando lugar al concepto moderno de utopía. Asimismo, el concepto de revolución experimentó una transformación significativa al plantearse como cambio social a largo plazo, que cobró aún mayor importancia a raíz de los pronósticos de Karl Marx y Friedrich Engels sobre un futuro Estado socialista.


Pero es hasta El periodo culminante1890-1950 donde Hӧlscher advierte la verdadera época de los proyectos sociales de futuro y de las utopías literarias sobre el tiempo con el auge de las novelas futuristas, la tecnificación y la estetización del futuro. Es en este periodo donde se plantea la creación de una nueva sociedad, como una fuerte crítica a la vieja sociedad burguesa, mediante una nueva pedagogía y moral sexual, lo que derivó, también, en la imagen de la “mujer nueva”. No obstante, como el autor nos deja saber: “lo nuevo no residía tanto en las condiciones reales como, antes bien, en hacer efectivo, de manera casi simbólica, un trozo de futuro en la «nueva sociedad» del presente” [p. 177].

 

Para el historiador alemán, un ejemplo de la importancia que han tenido las perspectivas de futuro en la historia de la modernidad queda evidenciado, a su vez, en el discurrir de la Gran Guerra, pues argumenta que fue el pronóstico de resultar perdedor en la competición armamentística entre las grandes potencias a inicios del siglo lo que, en efecto,  motivó a Alemania a iniciar la guerra previsoramente.

 

Es después de la Segunda Guerra Mundial, durante El periodo de declive, a partir de 1950, cuando se llega a una fase de renovado interés por el futuro inmediato, caracterizada por una falta de euforia futurista a largo plazo; por un creciente escepticismo e, incluso, pesimismo o fatalismo debido a las evidentes secuelas del progreso económico; y por la sustitución de las utopías revolucionarias por ideales de crecimiento evolucionistas, como la modernización técnica y la industrialización. Asimismo, ha sido a partir de 1980 cuando se ha dado el mayor esfuerzo teórico en la confección de pronósticos que construyen escenarios alternativos con sus probables consecuencias para prevenir posibles riesgos en los distintos ámbitos de la vida cotidiana.

 

Con El descubrimiento del futuro, Hӧlscher busca sentar las bases para una línea de investigación histórica que, en su opinión, permite entender cómo los distintos espacios temporales de expectativa mantienen entre sí una relación coherente típica de cada época. Esto es posible dado que, en palabras del autor, las ideas sobre el futuro son “híbridos de realidad y ficción”; de ahí su importancia histórica real. En términos generales, el interés en este estudio radica en el hecho de que el autor descubre que analizar históricamente los conceptos de futuro puede resultar especialmente útil para situar en el tiempo el inicio de la Edad Moderna y, también, para advertir el posible comienzo de una nueva época que necesita incorporar en su lenguaje un entramado de conceptos de tiempo propios, capaces tanto de configurar como de reflejar la realidad de la sociedad contemporánea.

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