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[Publicado en: Diacronías, año 3, número 7, primavera de 2011, pp. 25-35.]

 

Semblanza de Bolívar Echeverría

Profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México*

 

Isaac García Venegas

 


Toda semblanza, al igual que la biografía vital e intelectual, es necesariamente el resultado de una selección deliberada. ¿Qué incluir y qué excluir en la semblanza de una persona cuyos méritos y reconocimientos dan cuenta de las excelencias de su talento, y por si fuera poco, tan querido por quien esto escribe? La tarea no es sencilla; seguramente dejaré de lado numerosos aspectos que para otras miradas son de gran relevancia. Inevitablemente, en esta semblanza me veo obligado a plantear lo que un servidor percibe de quien, además de ser maestro, me honraba con su amistad, y descolló con creces entre universitarios, intelectuales y filósofos nacionales y extranjeros.

 

Decía un filósofo que el hombre es él y su circunstancia. En este sentido, bien puede decirse que todos somos una encrucijada. Cómo la vivimos es, entre otras cosas, lo que nos distingue de los demás. Hay quien en su vivir expresa la imposibilidad misma de darle salida a esa encrucijada que le constituye: le ahoga. Hay otros que, por el contrario, encuentran en ella la acuciante necesidad que les permite meditarla y resolverla de una manera preclara. Bolívar Eche-verría fue uno de ellos. En él palpita de modo sorprendentemente armónico la triple vertiente de su formación vital y académica: la de sus primeros años de vida, en Riobamba, Ecuador (donde nace el 1 de febrero de 1941); la de su juventud, transcurrida en Alemania; y la de su madurez, que vivió en México de manera permanente.

 

De la primera, obtuvo la experiencia cotidiana e inmediata de los avatares y consecuencias del colonialismo moderno y contemporáneo; de aquí, en buena medida, su inquietud y curiosidad por la historia colonial de Ecuador, y por extensión, de América Latina. Asimismo, de esta experiencia inmediata surge su afán por desentrañar las razones por las que prevalece el colonialismo con todas sus implicaciones: racismo, exclusión, explotación, imposición, control cul tural, y por comprender cómo, pese a todo y en condiciones tan terribles e inicuas, surgen estrategias de vida que permiten resistirle de diversa manera.

 

De la segunda, su aproximación y filiación al pensamiento crítico, particularmente a través de Karl Marx y de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, sin excluir a grandes filósofos como Martin Heidegger, por ejemplo. Pero esta aproximación inicial, que lleva en su razón de ser la impronta de la experiencia ecuatoriana, no es solamente de carácter teórico ni el producto exclusivo de estudios universitarios. Se da también de la mano de otro tipo de experiencia fundamental: la de su participación activa en las movilizaciones estudiantiles de los años sesenta y las discusiones en torno a la descolonización que por aquellos años imperan en Europa y África.

 

Igualmente, de aquel ambiente deriva su insaciable curiosidad. Su formación, a la vez erudita, crítica y universal, le negó las cómodas certezas del dogma y el fetichismo del signo que fuese, tan en boga por aquellos años y tan de moda actualmente. En este sentido, se ha enriquecido con las mejores tendencias del pensamiento moderno sin abandonar su núcleo constitutivo esencial: la contribución al pensamiento moderno y su crítica. Toda esta experiencia europea de Bolívar Echeverría [no culminó en un título formal de sus estudios, en la Freie Universität Berlin. Sin embargo, a sus 27 años bien podía sostener haber alcanzado en los hechos un nivel equivalente al de Magister Artium por parte de aquella universidad, aunque fácticamente careciese del título correspondiente]. 

 

De la tercera, adquiere la sensibilidad que le permite comprender el conflicto y la tensión permanente de las formas de organización social. El sorprendente crisol cultural que con sus múltiples ritmos, continuidades y discontinuidades se vive en México —a donde llega después de los agitados años sesenta—, guiado en cierta medida por una parte del imaginario europeo que otorgaba a México la posibilidad de ser el sujeto de una revolución social que se había prefigurado en 1910 y se anunciaba de nueva cuenta en el movimiento estudiantil de 1968; ello le ofrece el escenario fundamental que posibilita la madurez de un pensamiento crítico sobre la realidad colonial del Tercer Mundo, particularmente de América Latina, y la exploración de las posibilidades de un mundo en el que la libertad sea real y no sólo formal; un mundo en el que la explotación capitalista no sea signo y sino; un mundo, en fin, que pueda vivir como hasta ahora no lo ha hecho, pese a sus potencialidades implícitas en este sentido.

 

El desarrollo académico maduro de Bolívar Echeverría tiene lugar funda-mentalmente en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Esta institución, a la que reconoce como uno de los más destacados espacios de resistencia al pensamiento colonizado en todo el mundo, le otorga los títulos de licenciado en Filosofía (1974) con la tesis Apuntes para un co­mentario de las tesis sobre Feuerbach; maestro en Economía (1991) con la tesis Apunte crítico sobre los esquemas de reproducción esbozados por K. Marx en El Capital; y doctor en Filosofía (199[7]) con la tesis Lo barroco y la historia de la cultura.

 

Así, a los 54 años de edad, Bolívar Echeverría ya tiene construidas y escritas las propuestas nodales de su pensamiento. Al presentar sus tesis de grado —posteriormente publicadas, la de maestría en 1994 y la de doctorado, profundizada, en el libro La modernidad de lo barroco, en 1998—, algunos, los que tuvieron el privilegio de leer esas tesis o escuchar su exposición en los salones de clase y seminarios especializados, encontraron una novedosa y revolucionaria vertiente de pensamiento, específicamente latinoamericano, de gran aliento y alcance que en más de un sentido contrastaba con lo que por esos años sucedía en el ambiente intelectual occidental.

 

En efecto, la circunstancia mundial y mexicana de entonces, a saber: la caída del Muro de Berlín (1989), el derrumbe del “socialismo realmente existente” y la desaparición de la URSS (1991), la cruenta guerra civil en la ex Yugoslavia (1991), el surgimiento del neozapatismo en México (1994) y las agitaciones políticas nacionales que exhibieron la crisis del “partido prácticamente único” (asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu en 1994) otorgaron al pensamiento occidental y mexicano un tono sombrío cuando no soberbio, que proclamaba el “fin de la historia”, encaminando sus esfuerzos a discursos banales y carentes de perspectiva y profundidad que celebraban el triunfo de la democracia liberal y el libre mercado, todo ello combinado con críticas, en no pocos aspectos certeras, al pensamiento moderno e ilustrado. Y en un acto en verdad desconcertante, que confundía deliberadamente un régimen político con un tipo de pensamiento en él ausente, echaba al cesto de la basura una gran tradición de pensamiento crítico inaugurado por Karl Marx.

 

México no fue ajeno a aquellas ilusiones y agitaciones, con la particularidad de que la aparición armada del mundo indígena provocó arrepentimientos ilustrados nacionalistas, así como genuinas propuestas de ver, de nueva cuenta y con mirada renovada, ese mundo que exigía —y lo continúa haciendo— ser tomado en cuenta al tiempo que proponía formas de organización y pensamiento que a no pocos les parecían, en ese momento, anacrónicas.

 

En este contexto, tanto la reflexión crítica fundada en Marx como la propuesta de una modernidad específicamente americana, signada por lo barroco, en principio daba al pensamiento de Bolívar Echeverría una connotación de extrañeza, e incluso de extemporaneidad, que el paso del tiempo y lo acertado de su propuesta, validada por la realidad mundial, han ido colocando en su justa dimensión y han vuelto indispensable para comprender cabalmente los avatares occidentales, latinoamericanos y mexicanos en particular.

 

Todo este ejercicio reflexivo se dio, en primera instancia, en los salones de clase de la propia universidad. Y es que Bolívar Echeverría se desempeñó como docente de la UNAM por más de tres décadas, siendo desde 1988 profesor titular C de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras. Su relevante desempeño docente fue reconocido por la misma unam, que en 1997 le otorgó el Premio Universidad Nacional en Docencia en el área de Ciencias Sociales, y recientemente, en mayo de 2009, le confirió reconocimiento de Profesor Emérito.

 

A lo largo de los años, en sus cursos, Bolívar Echeverría expuso con el rigor que le caracteriza su propuesta teórica. Desde sus memorables seminarios sobre El Capital, impartidos en la Facultad de Economía, que posteriormente se convirtieron en cátedras del área de Economía Política de la misma facultad, hasta sus cursos y seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras, no cejó en su empeño por compartir una perspectiva teórica que, basada en Marx, la Teoría Crítica, y diversos pensadores “heterodoxos”, se irguió como insistentemente personal y que en más de un sentido renueva el pensamiento crítico latinoamericano y europeo.

 

Importa señalar que sus cursos y seminarios fueron el complemento de esa otra actividad que realizó brillantemente: la investigación. De modo general, puede afirmarse que en ésta prevalecen tres líneas claramente distinguibles: la crítica del capitalismo, y como parte de ello, la renovación del pensamiento y discurso crítico; la reflexión sobre la modernidad; y el estudio de la filosofía de la cultura occidental, con su muy particular desarrollo en América Latina.

 

Siempre atento a las interpretaciones clásicas y contemporáneas que sobre la obra de Karl Marx existen en el Viejo y Nuevo Mundo, Bolívar Echeverría propuso una original lectura de aquélla realizando un esquema de interpretación personal que se centra, fundamentalmente, en la problematización del valor de uso y la valorización del valor. De la misma forma en que Marx pensaba que el nervio central del capitalismo reside en la mercancía, Bolívar Echeverría demostró que uno de los nervios centrales y más ricos de la obra de aquél se encuentra en su hallazgo de la contradicción permanente entre la dinámica de la “forma social natural” de la vida social y la dinámica de la reproducción de su riqueza como “valorización del valor”.

 

Los resultados de esta línea de investigación se hallan en sus libros El dis­curso crítico de Marx (1986), Circulación capitalista y reproducción de la rique­za social. Apunte crítico sobre los esquemas de K. Marx (1994) y Valor de uso y utopía (1998). También es perceptible en el libro por él compilado La mirada del ángel. Sobre el concepto de la historia de Walter Benjamin (2005).

 

La relevancia de su propuesta ha sido reconocida por el filósofo alemán residente en México Stefan Gandler, quien dedicó un gran estudio a las miradas teóricas de Adolfo Sánchez Vázquez y de Bolívar Echeverría. Este estudio derivó en un libro publicado originalmente en alemán, con el título de Peripherer marxismus. Kritische theorie in Mexiko, y que ha sido traducido al español con el título Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría, con un prólogo de Michael Löwy, por la prestigiosa editorial Fondo de Cultura Económica.

 

Si bien la propuesta interpretativa de Bolívar Echeverría sobre la obra de Karl Marx por sí misma significa una renovación del discurso crítico desde América Latina, ella está presente en todos sus trabajos, siendo particularmente notable su despliegue en sus investigaciones sobre la modernidad. Sin poder agotar la riqueza de sus reflexiones en unos cuantos renglones, puede afirmarse que su hallazgo de un cuádruple ethos de la modernidad es de una importancia decisiva en el todavía inconcluso debate modernidad-posmodernidad, por lo que ha merecido ser discutida lo mismo en nuestro continente que en Europa.

 

Mientras algunos teóricos afirman que ya se superó la modernidad, y otros, por el contrario, que aún no llega a su cumplimiento cabal, Bolívar Echeverría insiste en una interpretación cualitativamente diferente que no sólo se aleja del eurocentrismo prevalente en las dos primeras, sino que cuestiona la visión homogeneizante y totalizadora sobre la modernidad al proponer una sutil e importante distinción entre ésta y el capitalismo.

 

Esta distinción se basa en pensar la modernidad desde su clave económica. En este sentido, su propuesta consiste en entender el proceso de la modernidad como la consolidación indetenible del cambio tecnológico, la que ha permitido al ser humano superar la escasez originaria en la que vivió desde su aparición en la tierra.

 

Pero ha planteado, asimismo, que esta modernidad, en su forma capitalista —que en estricto sentido tan sólo es una de sus formas histórico-concretas posibles—, es la que ha prevalecido en los últimos siglos, posibilitándose de esta manera la confusión entre modernidad y capitalismo, a tal grado que se los ve y piensa como si fuesen sinónimos. Nada más erróneo porque, tal como se infiere de los trabajos de Bolívar Echeverría, se pretende hacer pasar por sinó-nimos dos hechos distintos: la superación de la escasez originaria (que es lo propio a la modernidad) y la existencia de una escasez artificial (que es lo propio del capitalismo).

 

Reconociendo la hegemonía de esta modernidad capitalista, Bolívar Echeverría ha estudiado con detenimiento cuatro formas de vivir en ella; cuatro estrategias espontáneas y cotidianas de vivir la contradicción fundamental que constituye al capitalismo, a saber: la que existe entre el valor de uso y la valorización del valor.

 

Estas estrategias son: la que propone el ethos realista, que asume efectivamente la imposibilidad de un mundo alternativo potenciando la valorización del valor y el desarrollo de las fuerzas productivas; la que propone el ethos ro­mántico, que aun cuando actúa como el ethos realista lo hace como si en verdad estuviera actuando en favor del valor de uso; la que propone el ethos clásico, que vive esta contradicción como una necesidad trascendente que rebasa el margen de acción que corresponde a lo humano; y la que propone el ethos barroco, que pretende reconstruir lo concreto de la “forma natural” sacrificada planteando sus restos como de “segundo grado” de la valorización del valor. Cabe señalar que Bolívar Echeverría encuentra una supervivencia poderosa de este último ethos en América Latina, pero sobre todo en México.

 

Esta línea de investigación ha sido desarrollada de modo sugerente en Las ilusiones de la modernidad (1995), La modernidad de lo barroco (1998) y Conver­saciones sobre lo barroco (1993). Una nueva veta de esta investigación se manifiesta en un libro compilado por él: La americanización de la modernidad (2008).

 

De alguna manera, estos libros, pero sobre todo los de La modernidad de lo barroco y Conversaciones sobre lo barroco, apuntalan su tercera línea de investigación sobre la filosofía de la cultura. En ella, Echeverría realizó un gran esfuerzo teórico que logra armonizar las distintas orientaciones y corrientes que se dedican a estudiar la dimensión cultural del ser humano (filosóficas, antropológicas, sociológicas e históricas). Su “clave explicativa” de la dimensión cultural se desarrolla en el libro Definición de la cultura (2001) y se pone a prueba en libros por él compilados, como el de Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco (1994), y de su autoría: Vuelta de siglo (2007), que por cierto le valió el Premio Libertador Simón Bolívar al Pensamiento Crítico en 2007.

 

Entre otras cosas, su investigación sobre la filosofía de la cultura le ha llevado al hallazgo, recuperación, trascripción, edición y estudio de un texto del siglo xvii reputado como perdido, pero sumamente valioso para los estudios coloniales latinoamericanos, como lo es Destrucción del ídolo ¿Qué dirán? del padre Pedro de Mercado. Asimismo, dentro de esta línea de investigación se desarrolla su trabajo sobre el nacionalsocialismo y el ethos romántico.

 

Así, la propuesta teórica que ha realizado Bolívar Echeverría sobre la filosofía de la cultura, aunada a la crítica del capitalismo, por un lado, y al hallazgo del cuádruple ethos moderno, por el otro, configuran una excepcional contribución al pensamiento en las ciencias sociales y las humanidades. La articulación de sus tres líneas de investigación ofrece un “mirador” extraordinario que permite comprender la complejidad de la vida económica, social, cultural y la cultura política de América Latina desde América Latina. Por ello, sus planteamientos han sido recuperados lo mismo por literatos que historiadores, antropólogos que sociólogos, economistas que politólogos, líderes sociales e intelectuales de diversas regiones latinoamericanas, estadounidenses y europeas.

 

De esta manera, con los resultados de sus tres líneas de investigación —aristas complementarias de un solo “mirador” teórico, hay que insistir—, Bo lívar Echeverría cumple de modo armónico el compromiso derivado de sus tres experiencias vitales y académicas mencionadas al principio. Pero, por si ello fuese poco, el núcleo del mensaje resultante de sus contribuciones teóricas en general es por lo demás alentador.

 

Este mensaje puede formularse de la siguiente manera: en la medida en que dentro de la configuración histórico-concreta de la modernidad capitalista existen formas (los ethos romántico y clásico, pero sobre todo, el barroco) que se niegan a la homogeneización y totalización unificadora a la que aspira el ethos realista, la resistencia no sólo es posible sino evidente; es un hecho histórico tan real como la misma hegemonía de la modernidad capitalista.

 

Esta resistencia es claramente perceptible, con toda su riqueza y complejidad, en el mundo cultural y la cultura política latinoamericana. En este sentido, según se desprende de los planteamientos de Bolívar Echeverría, América Latina, y destacadamente México, es el escenario más significativo y dramático de esta resistencia, según lo testimonia la poderosa y constante permanencia del ethos barroco.

 

Y si esto es así, es decir, si aun dentro de la modernidad capitalista imperante hay resistencias, no resulta del todo improbable la emergencia de una modernidad en verdad alternativa, cuyo fundamento y objetivo sea cualitativamente distinto al que propone e impone con violencia el capitalismo; una modernidad que deje de subsumir el valor de uso a la valorización del valor. Pensar y tematizar esta modernidad alternativa es, para Bolívar Echeverría, ya un modo de contribuir a su advenimiento. Podría objetarse que esto último es simplemente una utopía. Nada más erróneo porque, como lo demuestran los resultados de sus investigaciones, esta “aspiración” tiene un indiscutible fundamento histórico-concreto. En otras palabras, no se trata de una aspiración basada en un no lugar, sino derivada de una posibilidad latente dentro de la propia modernidad.

 

Sin duda, este mensaje es de vital importancia ante la catástrofe sobre la que se levantan las loas a la globalización. La violencia generalizada del capitalismo, que lo mismo trastoca el ambiente que desata guerras cada vez más crueles, aspirando siempre a una homogeneidad cultural que funda (y mantiene) todas las jerarquías posibles, principalmente las que derivan de su inhe-rente “blanquitud” de orden ético que no pocas veces llega al extremo de ser de carácter étnico, biológico y cultural (como lo analiza y demuestra Bolívar Echeverría en su lúcido ensayo “Imágenes de la blanquitud”), requiere de formulaciones teóricas y prácticas que le pongan freno de una manera creativa e inesperada, flexible y no dogmática. Es aquí donde se percibe con toda claridad la gran contribución de Bolívar Echeverría.

 

Como parte complementaria, pero no menos importante, de sus investigaciones, Bolívar Echeverría ha dedicado sus esfuerzos a seleccionar y traducir una serie de estudios y textos que contribuyen destacadamente a la renovación del pensamiento crítico. Estas traducciones no pueden entenderse solamente como una actividad de difusión, sino como parte consustancial de la formación misma del pensamiento teórico del traductor. Las siguientes traducciones se han vuelto, también, fundamentales para las ciencias sociales y las humanidades en general, y por ello han sido acogidas por editoriales de prestigio como ERA, Siglo xxi, Itaca, y La Casa de las Américas, entre otras: El capitalismo del desperdicio. El milagro económico norteamericano, de Adolf Kozlik (1968); Los intelectuales y la política (en colaboración con Carlos Castro) de Jean-Paul Sartre (1968); Me­Ti, el libro de las mutaciones de Bertolt Brecht (1969); El socialismo que llegó del frío, de Jean-Paul Sartre (1978); La mercancía, de Karl Marx (1979); La casa encantada (en colaboración con Ingrid Weikert), de Robert Musil (1981); La soberanía como procedimiento de Jürgen Habermas (1989); Sobre el concepto de historia de Walter Benjamin (2004); El autor como productor del mismo autor (2004); La tecnología del capital. Subsunción formal y subsunción real del trabajo al proceso de valorización. (Extractos del manuscri­to 1861­-1863 de Karl Marx (2005) y Estado autoritario de Max Horkheimer (2006).

 

Toda esta labor le valió el reconocimiento nacional e internacional, manifiesto en cuatro premios o reconocimientos de gran envergadura, e invitaciones a impartir cursos o realizar estancias de investigación en prestigiosas instituciones académicas internacionales. En cuanto a lo primero, además de los anteriormente citados (el Premio Universidad Nacional en Docencia en Ciencias Sociales en 1997, el Premio Libertador al Pensamiento Crítico en 2007, y el reconocimiento de Profesor e Investigador Emérito en 2009), recibió el Premio Pío Jaramillo Alvarado (FlaCso-Ecuador) en 2004. En cuanto a lo segundo, instituciones como la Fundación Quito (1987), el Centro de Investigaciones y Estudios Sociales del Ecuador (Ciese, Quito, 1992), el Religionswissenschaftliches Institut (Freie Universität Berlin, 1993), el Centro de Estudios Económicos e Sociais (Universidad de Coimbra, 1996), la Universidad Andina “Simón Bolívar” (1995, 1999), la University of New York, “Fernand Braudel Center” (1998), el Lateinamerika Institut (Freie Universität Berlin, 2000), la University of Pittsburgh (2001), La Salle University of New Orleans (2001), el Kunsthochschule Braunschweig (2002), Harvard University (2004) y West Ontario University (2006).

 

Los reconocimientos, las publicaciones, las traducciones y la docencia no agotaron las energías vitales de Bolívar Echeverría. Su preocupación por la formación de académicos universitarios de alto nivel lo llevó a coordinar sendos proyectos de investigación colectiva apoyados tanto por la Dirección General del Asuntos del Personal Académico de la unam como por la Secretaría General de la misma institución. Por su relevancia hay que destacar el de “Mestizaje cultural y la cultura barroca en América Latina” (1991-1994) y “La teoría de la cultura política y la vida política moderna en América Latina” (1994-1997). Como un reconocimiento más a la trascendencia de su labor, el entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, le nombró coordinador del Seminario Universitario “La modernidad: versiones y dimensiones”, donde trabajó desde 2005. Convencido de la labor desarrollada en este seminario, el rector José Narro Robles lo ratificó como coordinador del mismo.

 

En estos proyectos de investigación y el seminario que coordinó, se formaron y participaron académicos de prestigio reconocidos por su labor en las más diversas áreas de nuestra y otras instituciones. A sus proyectos de investigación y a sus seminarios, a los coloquios que organizó como derivación de aquéllos, asistieron como invitados pensadores relevantes contemporáneos como Carlos Monsiváis, Xavier Rubert de Ventós y Eduardo Subirats, entre otros.

 

También, como parte de estos proyectos de investigación, dirigió varias tesis (de licenciatura, maestría, doctorado) y sus sustentantes se han integrado a la vida académica de la UNAM y de otras instituciones del país. Varios de ellos han publicado artículos y libros, y han formado parte de proyectos editoriales de relevancia, como la Revista de la Universidad de México.

 

Esta preocupación por la formación de académicos llevó a Bolívar Echeverría a participar de manera activa en los eventos organizados por los estudiantes de la UNAM y otras instituciones de carácter público y privado. Su palabra estuvo siempre dispuesta a ser dicha en auditorios a los que asisten especialistas como en espacios de difusión para el público en general. Por eso, lo mismo se le pudo hallar dando una conferencia en alguna instalación del Instituto Politécnico Nacional que en la Fábrica de Artes y Oficios (FARO) de Oriente. Lo mismo sucede con los más de cien artículos que publicó: se los puede hallar en revistas especializadas y de prestigio, en publicaciones periódicas de difusión de la unam, que realizan alumnos y estudiantes en general, en los medios de comunicación masiva, y en Internet (en su página electrónica se compilan varios de sus artículos y ensayos más relevantes).

 

Y es que para Bolívar Echeverría, tanto la palabra hablada como la escrita resultan instrumentos eficaces de comunicación y discusión de sus propuestas teóricas. Por ejemplo, en la Revista de la Universidad de México no sólo publicó textos sino que contó con una columna muy relevante, Ziranda, que aún es consultada con avidez por especialistas y legos por su profundidad y muy particular estilo, casi inexistente en las tradiciones intelectuales de nuestro país.

 

Su inquietud por la palabra no sólo lo llevó a escribir libros, artículos y textos varios, a dictar conferencias o a impartir cursos, sino además a comprometerse con proyectos editoriales sumamente importantes para las ciencias sociales y las humanidades, tanto en América Latina como en Europa. Formó parte del consejo editorial de las siguientes revistas: Pucuna (Quito, 1961-1964), Latinoamérica (Berlín, 1962-1967), Cuadernos Políticos (México, 1974-1989), Palos (México, 1980-1981), Economía Política (México, 1976-1985) y Ensayos (México, 1980-1988) y Theoría (México, desde 1991 hasta su muerte).

 

El conjunto de toda esta labor ha adquirido uno de los reconocimientos más importantes de nuestro país, pues poseyó el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Por todo ello, Bolívar Echeverría se hizo acreedor de la máxima distinción que la Universidad Nacional Autónoma de México puede ofrecer a su personal docente. Y es que Bolívar Echeverría fue un profesor en toda la extensión de la palabra. En él no cupo la distinción entre investigador y docente: se negó a que la docencia pueda realizarse sin investigación y a que la investigación careciera de la prueba del público académico. Procede, además, como lo exige aquella vena socrática con la que se fundó la filosofía: sin imponer dogmas y sugiriendo siempre reflexiones, para que preguntas y respuestas funden la razón de nuestra presencia en el mundo.

 

* El texto que aquí se ofrece a los lectores presenta algunas diferencias con respecto a la versión original que se publicó en la revista Diacronías. Estas diferencias se encuentran entre corchetes y corresponden a correcciones que el autor consideró necesario introducir en aras de precisar algunos datos sobre la vida de Bolívar Echeverría.

 

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