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[Publicado en: OSAL, Buenos Aires, CLACSO, año XIII, núm. 31, mayo de 2012, pp. 229-232.]

 

Modernidad y capitalismo en Bolívar Echeverría

 

Diana Fuentes

 


Bolívar Echeverría es uno de los intelectuales más importantes del pensamiento latinoamericano contemporáneo; su obra se ha convertido en uno de los referentes obligados para la teoría crítica actual, desde la reivindicación de la vigencia del discurso crítico de Marx. El suyo es un pensamiento dinámico que comprende un extenso estudio de asuntos tales como la especificidad del discurso crítico; la modernidad y sus concomitancias con el capitalismo; las formas de vida en su interior; su teoría de los cuatro ethe de la modernidad capitalista; la constitución de la identidad y la configuración cultural en su dimensión ontológica e histórica; los rasgos de la política, lo político y la violencia modernas; las posibilidades de la revolución social; la especificidad cultural de América Latina en el capitalismo; la resistencia y la vida cotidiana, etcétera.

Originario de Riobamba, Ecuador, realizó un Magister Artium en filosofía en la Universidad Libre de Berlín, y pasó la mayor parte de su vida en la Ciudad de México como académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución en la que también realizó estudios de maestría y doctorado. En diciembre de 2008 la UNAM le otorgó el nombramiento de profesor emérito. Entre los reconocimientos que acumuló en su trayectoria destacan el Premio Universidad Nacional a la Docencia (México, 1997), el Premio Pío Jaramillo Alvarado (FLACSO-Ecuador, 2004) y el Premio Libertador al Pensamiento Crítico (Caracas, 2007), éste último por el libro Vuelta de siglo. Formó parte del consejo editorial de la histórica revista Cuadernos Políticos desde sus inicios hasta la publicación de su último número en 1990. Echeverría utilizó el ensayo como forma de reflexión, creación y construcción conceptual, desde la rigurosidad de la crítica de la economía política, hasta la consolidación de una forma de pensamiento propio. Su trabajo se ha compilado en diversos libros de entre los cuales destacan: El discurso crítico de Marx (1986), Las ilusiones de la modernidad (1995), Valor de uso y utopía (1998), La modernidad de lo barroco (1998), Vuelta de siglo (2006), Modernidad y blanquitud (2010).

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Bolívar Echeverría caracteriza al nuestro como un tiempo de crisis, no sólo por las consecuencias de la ya incontenible depresión mundial o por la puesta en cuestión, desde los más diversos espacios del orbe, de las promesas no cumplidas por el modelo económico imperante. Sin negar, por supuesto, las evidencias de los efectos de ambas –crisis económica y crisis política–, esta otra crisis a la que hace referencia se sitúa por debajo de ambas, en un nivel –diría– más profundo. Se trata de una crisis de alcances más vastos y de consecuencias irreparables ya que pone en cuestionamiento no la efectividad o la viabilidad de un proyecto político determinado o el crecimiento de una nación, sino los fundamentos sobre los que se ha cimentado, en un largo proceso histórico, el modo de reproducción de la vida humana en todas sus dimensiones.

Es una crisis que aqueja a la humanidad en su conjunto, en un mundo en el que la generalización del sistema capitalista ha reconfigurado, en formas y grados diversos, tanto la totalidad de las relaciones sociales como las arcaicas formas de relación con el entorno natural. La modernidad en su forma capitalista, afirma Echeverría, al subsumir en su dinámica totalizadora a todas las antiguas formas de configuración identitaria y de articulación política ha logrado trazar una especie de historia o destino único sin precedentes. Por ello es que esta forma de la crisis asemeja más a un colapso de toda forma civilizada que, como han pensado algunos, sólo la afección del proyecto en el que se fundó la modernidad.

Bolívar Echeverría se distingue de otros críticos de la modernidad por no identificarla con el capitalismo: modernidad y capitalismo no son desde su perspectiva lo mismo. Entre modernidad y capitalismo, afirma, “existen las relaciones que son propias entre una totalización completa e independiente y una parte de ella”. La modernidad –como un fenómeno histórico de larga duración en el sentido braudeliano– es, para Bolívar Echeverría, el carácter peculiar de una forma histórica de “totalización civilizatoria” que, sobre la base de la “revolución neotécnica”, estableció relaciones radicalmente nuevas: entre el mundo humano y la naturaleza, y, entre la colectividad y el individuo singular.

Modernidad y capitalismo no se implican “necesariamente”, aunque bajo una perspectiva dialéctica sea innegable que el capitalismo es la realidad histórica más típicamente moderna y que ningún contenido es tan característico de la modernidad como lo es el capitalismo. El capitalismo es la forma que se dio a sí misma la modernidad, es su concreción real, mas no por ello es su única forma posible. Bolívar Echeverría aleja la mirada crítica hasta el punto en el que le es posible localizar la delgada línea que separa los niveles de las concomitancias entre modernidad y capitalismo: el de su base potencial y el de su realidad efectiva.

El discurso crítico de Bolívar Echeverría establece los fundamentos ontológicos, epistémicos e históricos sobre los que se erige la relación modernidad – capitalismo, desde la profundización de la crítica marxiana a la contradicción entre valor de uso y valor, propia del sistema capitalista. Focaliza la distinción establecida por Marx entre la reproducción del mundo de la vida y la “realización autovalorizada del valor mercantil capitalista”. La primera, es decir, la que corresponde a la producción y consumo de valores de uso, es aquélla que obedece a una lógica cualitativa, una lógica “natural” propia de la realización de una comunidad, es decir, de un sujeto social identificado. En tanto que la segunda posee una lógica propia, distinta de la primera y a la que es incluso contradictoria y que subordina o subsume bajo su primado mercantil; valor que al someter al valor “natural”, le impregna de una nueva realidad. Realidad que se vuelve, al abandonar la dimensión de la forma natural, el escenario en el que los objetos convertidos en mercancías trasmutan en cosas sensorialmente suprasensibles. Ahí donde se conforma la forma fantasmagórica que caracteriza al mundo creado por el fetiche de la mercancía.

Para Echeverría, siguiendo a Marx y a la “tradición” de la teoría crítica, la localización y el análisis de esta doble constitución, “natural”- artificial, de la forma de la reproducción social y producción de la riqueza en el capitalismo, permite extender los alcances de la crítica a la totalidad de la configuración de lo social. La vida social está sistematizada, en su conjunto, de forma capitalista; es por ello que el lenguaje de la vida real es el lenguaje de la vida bajo su organización capitalista.

Por ello, la crítica, para Bolívar Echeverría, representa así una doble superación del sentido común en el que se funda este lenguaje de la “vida real”: primero en la superación de las formas ideológicas que lo justifican y, segundo, la superación de su actualidad histórica. Bajo la consideración de que no sólo hay formas o sistemas discursivos que niegan la superación del capitalismo o que abiertamente lo salvaguardan, sino que también el mundo de las cosas manifiesta y comunica un estado de aparente estaticidad, de imposibilidad de superación o de distanciamiento de la configuración social actual, es que Echeverría ubica el rasgo más radical de la crítica elaborada por Marx en su capacidad de detectar las condiciones de posibilidad de esa configuración. La de Marx, considera, es una forma discursiva que desinstrumentaliza la racionalidad de la modernidad desde su capacidad de revelar las condiciones que la posibilitan como realidad histórica. Es por ello que la crítica es una manera de ver el mundo, no como pura negatividad, sino como una vía de acceso a lo real que halla y fija los puntos fallidos de la dinámica totalizadora del capitalismo. Es una forma de situarse frente a la fatalidad del mundo con la certeza de que aquí y ahora, a pesar de que la lógica de la valorización del valor fuerza permanentemente a la forma natural a su sometimiento ante la lógica de la ganancia, hay muestras permanentes de las irrupciones de la lógica del valor de uso, es decir, de la lógica de la libertad. Por todo esto es que la crítica, para Echeverría, es una forma de ver, de enfrentarse a lo real, en la que se buscan las luces, los lapsus, los actos fallidos, los puntos de desencuentro, los espacios de subversión y rebeldía ante la aparente armonía del mundo capitalista. La libertad no sólo es horizonte de la crítica, es su principio.

Así, el núcleo de la obra de Bolívar Echeverría se dirige contra la realidad implacable de la enajenación, de la sumisión del reino de la voluntad humana a la hegemonía de la “voluntad” puramente “cósica” del mundo de las mercancías habitadas por el valor económico capitalista. Y desde ahí es desde donde se pregunta: ¿en qué medida es imaginable otra “forma natural” de la vida social, otra configuración sintetizadora del conjunto de necesidades de consumo y disfrute del ser humano con el conjunto de sus capacidades de trabajo y producción? ¿En qué medida es imaginable una relación diferente de lo Humano con lo Otro –lo no humano, lo extra (infra o supra) humano? Y resuelve categórico: éste es “el tema de nuestro tiempo”. Es, diríamos, el tema de la gran crisis de nuestro tiempo.

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