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Modernidad: Versiones y dimensiones
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[Reseña de: Vittoria Borsò, et. al., Los saberes en la modernidad. Aproximaciones desde la literatura, Cuadernos del Seminario Modernidad: versiones y dimensiones, número 11, México, UNAM, 2017.]

 

Los saberes en la modernidad

 

Vittoria Borsò

 


Se trata de las actas de la mesa “La modernidad de lo literario” del coloquio internacional realizado por el Seminario Universitario Modernidad: Versiones y Dimensiones, “Los saberes en la modernidad” (2015). Los artículos son de los miembros residentes (Raquel Serur y Fabio Vélez), y además de Norma Klahn y Vittoria Borsò.

Raquel Serur se ocupa de Las evocaciones requeridas – apuntes, memorias, cartas de José Revueltas, Norma Klahn del género de la novela urbana en México, Vittoria Borsò explora la modernidad del éthos barroco en Sor Juana Inés de la Cruz, Fabio Vélez la emergencia de la literatura mundial y su transformación por el mercado mundial. Lo que a primera vista parece ser heterogéneo, se organiza alrededor de tres hilos conductores:

1. La modernidad se entiende no como época sino como espacio paradójico de contradicciones y conflictos debidos a los desajustes y desigualdades de la modernización. Es por lo tanto un espacio de encuentros de tiempos, lugares y culturas, de movimientos y flujos migratorios. Modernidad es crisis y apertura; espacios abiertos y poder hegemónico.

2. El espacio se entiende como configuración material de relaciones que incluyen conflictos entre libertad y encierro (Serur), así como relaciones que en este libro van desde la ciudad a la nación (Klahn), del mundo a los mundos en la escritura de Sor Juana (Borsò), para finalizar con el espacio transnacional que se abre con el debate estallado por Madame de Staël y Goethe en el marco de la emergencia tanto de los nacionalismos como del mercado global (Fabio Vélez). La modernidad de lo literario está por lo tanto expuesta a la circulación de ideas.

3. Los saberes de la literatura. Todos los ensayos parten del presupuesto de que el saber de la literatura es de índole peculiar. El saber literario, dice Raquel Serur con acierto en su introducción, “podría definirse como una organización del discurso que tiende a dar cuenta del espíritu de una época y que logra darlo mediante una donación de forma y una organización poética del discurso.” El saber de la literatura se crea como “práctica material”. La práctica material de la escritura depende del posicionamiento del sujeto; la producción del espacio de la ciudad ocurre según la posición del narrador o de la narradora, si es que se sitúa en un tiempo y un lugar inmóvil con un ojo vidente que abarca, desde las alturas, la totalidad de la ciudad, como lo hace Izca Cienfuegos en Una región más transparente, o si se mueve como un transeúnte en el medio de las multitudes como en las crónicas de Monsiváis. Las referencias teóricas son, entre otros, Michel De Certeau y Henri Lefebvre, que entiende el espacio como producto de prácticas sociales y diarias.

El saber de la literatura es, pues, alternativo, ya que se deja informar por los sentidos del cuerpo situados en el ambiente concreto. Además, la literatura pone de relieve los problemas de la modernización y de la globalización cuando el sujeto se entrega a los espectros del mercado global –como lo sugiere Fabio Vélez con su lectura de Marx que desvela los peligros de la Weltliteratur, su cruce y su compromiso con el mercado mundial. A pesar de que Goethe había visto en el mercado mundial, a raíz de la apertura del canal de Panamá, la oportunidad de superar los egoísmos nacionales, la literatura mundial se transforma pronto en un dispositivo hegemónico, dominado por el mercado de los libros. Lo que el mercado había posibilitado, el mercado mismo lo había arruinado, opina Vélez con acierto.

En fin, el saber literario de la modernidad es “el que se da entre libertad y necesidad” dice Raquel Serur haciéndose eco del conflicto entre ethos barroco y ethos realista de Bolívar Echeverría, un tema que Borsò desarrolla con respecto a la libertad de pensar mundos posibles, más allá de la necesidad realista, una libertad que se desprende, por ejemplo, de un conocimiento orientado a la sabiduría de los sentidos en el proceso onírico de Primero Sueño de Sor Juana Inés de la Cruz. Por estas razones, el saber de la literatura es excedente con respecto al saber de la ciencia, ya que es la combinación de saber y de la sensibilidad de quien está inmerso en experiencias vitales. Es un camino abierto por el potencial liberador que recrea los múltiples aspectos y contradicciones de la vida.

 

Cabe subrayar algunos hallazgos particulares

En el ensayo de apertura, la sensible lectura que Raquel Serur hace de Las evocaciones requeridas demuestra la posición peculiar del sujeto de Revueltas. Es un sujeto que se articula según el modelo amoroso en el que se expresa un “impulso libertario tan o más fuerte que el amor de la pareja, el de la entrega-fusión con los otros, con la gente del pueblo de México”. Serur explora el “intersticio entre la vida y la obra del escritor” y revela un lugar del sujeto poco comentado, sin embargo, evidente para los lectores de Revueltas: la creatividad de Revueltas requiere el compromiso irrecusable “del sentido de la propia libertad”, una “voluntad preñada de un impulso vital que necesita hacer todo lo posible por borrar a la persona que fue José Revueltas en aras de un impulso que se caracteriza por ser libertario y corrosivo del orden establecido”. Es una escritura de la que se destila un “saber atormentado” en donde “la literatura misma es expresión de las fuerzas que atraviesan y desbordan a su autor”. En este saber “todas las dimensiones de la vida humana, también “la memoria del horror que se resiste a ser representada” y que, sin embargo, como lo requieren Jean Franco y Judith Butler, se tiene que testimoniar, cobran una vitalidad y una fuerza dignas de ser consignadas literariamente desde “el lado moridor”.

Norma Klahn explora Las poéticas y políticas del espacio urbano de la Ciudad de México en el imaginario literario del siglo XX. Escribir el texto de la ciudad, nos dice, es un saber que nos hace “entender los grandes cambios que hiciera de la ciudad el espacio central de la nación”. Contrariamente a la necesidad “teleológica” del ethos realista, la perspectiva espacial libera discursivamente a América Latina del tiempo teleológico (religioso, de la conquista y colonización y del progreso) que está fuera del horizonte del presente vivido (Dipesh Chakrabarty). Estudiar la modernidad desde el espacio deviene un giro descolonizador que deconstruye concepciones modernas eurocentristas, binarias y jerárquicas que mostraban una América Latina conquistada (por ej. en La ciudad letrada de Ángel Rama, 1984). Con el giro espacial, la ciudad ya no es el contenedor o trasfondo del orden o del desbordamiento urbano, sino el lugar desde el cual los personajes, con las complejas interrelaciones y prácticas diarias que conforman la ciudad y con las nuevas subjetividades (éxodo rural, urbanismo salvaje, tribus urbanas), desarticulan la supuesta homogeneidad de la vida en la metrópoli. Klahn demuestra a fondo los cambios en la producción del espacio de la Ciudad de México, desde la ciudad atrapada en un tiempo inmóvil por el ojo totalitario de Fuentes/Izca Cienfuegos, a la pérdida de autoridad del narrador sobre la topografía de la ciudad a raíz de Tlatelolco – una crisis transformativa que cambia las formas y el saber de la literatura urbana, como lo demuestra la Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska. Así comienza la fragmentación de la cartografía de la ciudad (José Emilio Pacheco), una ciudad en la que el lugar del narrador/de la narradora vuelve a ser más y más individual: de la colonia (María Luisa Puga y Luis Zapata) hasta el barrio en las crónicas de Carlos Monsiváis. Con Monsiváis, lo singular es el punto de partida de la escritura urbana, la ciudad ya no se percibe desde lejos: más bien el transeúnte se mueve en el medio de los rituales del caos. Cristina Pacheco sugiere finalmente la visión de la ciudad como protagonista aliada (con su programa televisivo Aquí nos tocó vivir).

En “El saber informado por la estética: estética y política de ethos barroco. Reflexiones sobre sor Juana Inés de la Cruz”, Vittoria Borsò hace una lectura del saber generado por la estética como práctica material, ya que la forma genera el saber y a la vez es una metareflexión sobre los métodos de conocimiento. En el divertido romance “Acusa la hidropesía de mucha cien­cia, que teme inútil, aun para saber, y nociva para vivir”, la crítica del conocimiento racional empuja a la poeta a buscar una fenomenología corpórea como fundamento de un conocimiento otro, que hoy llamaríamos situado (Donna Haraway). Desde esta fenomenología y elaborando la metáfora del fuego, demuestra que el conocimiento racional es una purificación o des-corporación que requiere el consumo de materia. El saber abstracto tiene, pues, un cálculo económico que sacrifica lo material-corpóreo en favor de la plusvalía del espíritu. En la imaginación del sueño cobran fuerza los sentidos corporales, así que el sueño es, por ende, la modalidad para co­nocer la extensión y la variedad del mundo. Lo que la razón considera un sinsentido y una confusión es una “claridad extensiva” una forma compleja de conocimiento que abarca la maravillosa pluralidad del mundo. Borsò explora también las correspondencias con autores italianos como Giordano Bruno, Galileo Galilei y Emanuele Tesauro, que dan igualmente preferencia a la singularidad, la concreción y la multiplicidad de los entes –humanos y no humanos– en el devenir del mundo.

Según el ensayo de Fabio Vélez, el saber implícito en textos renacentistas se transforma en una reflexión epistemológica a comienzo del siglo XIX. En el Renacimiento, la traducción substituye a la imitación como forma de relación hacia el pasado o hacia otras lenguas vernáculas, y esto fomenta la circulación de literatura, que con su performatividad incide en las otras geografías del saber y nos muestra las formas posibles de otras maneras de ser modernos. Justamente la propensión por la circulación de las ideas que suspende las filiaciones pretéritas y derriba las fronteras espaciales, es una calidad revitalizadora de la literatura. En esta tesis existe el paralelo entre Madame de Staël (De l’esprit de traductions, 1811) y Johann Wolfgang von Goethe. La traducción es el humus propiciador de la Weltliteratur que Goethe invoca tras las guerras napoleónicas y las naciones replegadas sobre sí mismas, postulando por el comercio espiritual libre (conversación con Eckermann, 31.1.1827). Sin embargo, Vélez demuestra con sagacidad cómo a la descanonización del canón siguió una nueva canonización, y como Weltliteratur y Weltmarkt se armonizaron retroalimentándose mutuamente y desembocando en un cosmopolitismo imperialista.  Fabio Vélez concluye: “Las esperanzas de un nuevo mundo deste­rritorializado, progresivamente universal y ‘subalternamente cosmopolita’ (al decir de Sousa Santos), quedaron en eso: espe­ranzas. Con Marx comienza un nuevo canon, no por imitación ni emulación, sino por colonizante globalización hegemónica.”

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